Mientras Cuba añora el progresivo aumento de los índices de natalidad y los medios de comunicación se esfuerzan por significar las bondades del programa materno-infantil en el país para lograr quizás un mayor incentivo en las mujeres, el fenómeno no se devela tan sencillo. La práctica periodística exige mayor acercamiento a las necesidades y preocupaciones de las cubanas en edad fértil.

El reloj marcaba la 1:30 de la tarde. Ni la leve brisa que se escurría por las ventanas de la angosta salita de espera del consultorio distraía la ansiedad de cinco mujeres, cuatro de ellas embarazadas, en espera de la llegada de la ginecóloga, quien había anunciado desde el mediodía por vía telefónica su retraso.

Sin embargo, no reinaba el silencio en la habitación. Yordanka Martínez, de 31 años y con cerca de 36 semanas de edad gestacional reclamaba la atención del resto para que apreciaran los persistentes movimientos fetales de su vástago, y les comentaba sobre los preparativos para el ya próximo nacimiento.

Atenta a la plática, Denise Cobas disimulaba su asombro cada vez que su interlocutora –cual clase magistral de maternidad- hablaba de culeros, pañales, coches, cunas y precios. Dubitativa y con la mirada perdida en quién sabe dónde, la muchacha de 20 años se decidió a participar en aquel fructífero intercambio entre gestantes.

«Tengo que empaparme bien de todo para ver si mis familiares en el exterior me ayudan con la compra de la canastilla, porque con el salario de mi novio y yo no podemos, aunque mis padres prometieron colaborar en ese sentido», dijo con aire esperanzador la joven.

Gretchen Gómez y Alina Mederos, de 24 años ambas y recién graduadas universitarias, coincidieron en que su situación es similar a la de Denise, pues entre sus salarios de adiestradas y los ingresos de los demás miembros de sus hogares «no alcanza para mucho».

Alina al menos cuenta con la herencia de su hermana, quien parió hace poco más de un año, sin embargo Gretchen lamenta el poco interés de su pareja en compartir juntos la experiencia y los gastos. Pero lo más preocupante para ellas no radica en el aseguramiento material para el feliz acontecimiento, sino el período profesional que interrumpen, las plazas no aseguradas aún y los sueños plasmados en investigaciones recién iniciadas en la institución científica donde laboran.

Temores y desafíos relucían sin tapujos en un comentario tras otro. «Un niño te cambia la vida», advertía Yordanka, quien con una hija de cinco años además del que ahora trae en su vientre afirmaba: «son muy lindos y tiernos pero si yo pudiera cambiar las cosas hubiera esperado unos años más para tenerlos».

Entre la inquieta espera por la consulta y el diálogo sobre comunes preocupaciones, alguna que otra visible «patadita» del bebé de Yordanka relajaba el ambiente y recordaba a las futuras madres de la ternura de esos momentos especiales.

Cualquier taller especializado sobre maternidad envidiaría aquella suerte de «panel» integrado por principiantes y experimentadas, dispuestas a enriquecer el debate popular relacionado con una de las cuestiones más polémicas de estos tiempos: el incremento de la natalidad en Cuba.

 

¿Tela cortada o por cortar?

Convertirnos en madres y disfrutar de cada momento del proceso de gestación y crianza deviene anhelo de la mayoría de las mujeres en algún momento de la vida. Pero del sueño a la realidad existe un trecho ceñido, en la actualidad, a no pocos inconvenientes.

Los medios de comunicación siguen sin reflejar la complejidad que implica ser madre en Cuba./ Foto: SEMlac¿Reflejan los medios de comunicación cubanos esos obstáculos que han frenado el fenómeno de la natalidad en la mayor de las Antillas? ¿Llegan a la raíz del asunto a la hora de analizar el problema?

Mucha tela cortada existe ya sobre el tema, pero hay otra por cortar en las cuartillas de una reportera o reportero sobre la base de la investigación profunda, las preocupaciones, necesidades y la realidad de las mujeres cubanas en edad fértil.

Como asidua consumidora de nuestros principales medios de comunicación, no recuerdo un trabajo periodístico en el cual se hayan expuesto sobre la mesa, de forma tan clara, las opiniones expresadas por cualquier gestante en un consultorio. Lamentablemente, esas jugosas historias cotidianas no abundan en esos espacios informativos.

Por otra parte, como periodista lamento no haber señalado antes, en la política editorial de la emisora Radio Rebelde a la cual pertenezco, la ausencia o la superficialidad en la investigación de un tema que me toca ahora en carne propia de todas las maneras posibles.

¿Cómo ser consecuentes, de una vez y por todas, con los públicos que demandan de forma reiterada una relación más cercana con los espacios informativos y de opinión?

¿Cómo exigir, desde la tribuna periodística, un disparo en el aumento de los índices de natalidad, si no entendemos que la mujer del siglo XXI dista de aquella de antaño, que desde edades tempranas estaba condenada a procrear, mientras el hombre se reafirmaba como sostén y jefe del hogar?

Las cifras del último Censo de Población y Viviendas realizado en Cuba en 2012 demuestran que aunque los hombres mantienen en la actualidad la supremacía en esa condición con el 55,1 por ciento, hoy la diferencia con las mujeres es menos significativa pues representamos el 44,9 por ciento como jefas de hogar, muchas más de las que hace 20 años.

El país aplaude, además, los logros alcanzados por nosotras en las diversas áreas profesionales, y es justo reconocer la superación de la barrera que relegaba a las mujeres al mero escenario doméstico, pero no siempre ha sido una feliz experiencia si se tiene en cuenta que los estereotipos tradicionales del cuidado del hogar y de la familia aún persisten y nos sobrecargan.

Entonces, el fenómeno no resulta tan simple como para limitarse solo a plantear la necesidad de incrementar los nacimientos, y de paso responsabilizar a las mujeres con esa problemática, o incluso intentar convencer a las jóvenes de tener más de un hijo o hija.

Los medios de comunicación –entes destinados a educar, recomendar y proponer soluciones a los problemas de la sociedad- deben entender y legitimar el derecho de las mujeres a escoger en qué momento de sus vidas desean convertirse en madres, respetar su voluntad de querer estudiar, alcanzar resultados en el ámbito profesional y dedicar tiempo a sus aspiraciones personales. Ejemplos existen miles para demostrar que esos proyectos se ven amenazados o limitados con la llegada de la maternidad.

Si los negativos índices del crecimiento poblacional en Cuba constituyen en verdad una preocupación política y social, como expresó el Segundo Secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba y Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, José Ramón Machado Ventura, en la clausura del IX Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas.

1 Periodista de la emisora cubana Radio Rebelde. Graduada como Máster en Comunicación por la Universidad de La Habana con una investigación que analiza desde la perspectiva de género el periodismo científico.

de Mujeres Cubanas realizado en marzo último, el tratamiento mediático de ese fenómeno no puede reducirse a productos comunicativos aislados que solo rocen la epidermis de un asunto tan complejo.

¿Por qué no diseñar entonces una estrategia de comunicación que aborde el tema desde diversas aristas y con un enfoque no sexista, en aras de mostrar el camino a las personas e instituciones para concientizar a todos y todas en el asunto?

Una buena pregunta para las gestantes de hoy sería si la hija o el hijo que esperan fue deseado o llegó por accidente, si constituye el fruto de un proyecto de vida trazado con la participación de la pareja y los demás miembros de la familia.

¿Dónde nos enseñan hoy a incorporar ese importante paso durante nuestro crecimiento? ¿Lo hacen nuestros padres, la escuela o algunos de los actores responsables de nuestra educación? Al parecer, sobre ese tema medular no reflexionan en profundidad quienes responsabilizan a las mujeres de los problemas demográficos existentes. Esa sería otra de las aristas insoslayables en la estrategia propuesta.

Un periodismo con «aroma a maternidad» no puede obviar cuestiones tan importantes, ni hacerse eco solamente de las bondades de un programa materno-infantil –elogiable sí, pero no perfecto- como incentivo para la procreación.

Tampoco debe dejar de señalar las condicionantes objetivas y subjetivas que nos incentivan o desestimulan a enfrentar un proceso tan decisivo, sea cual sea la edad. He ahí otro de los puntos a valorar: muchas de las mujeres asumen el embarazo sin analizar a cabalidad lo que implica un hijo; prefieren cerrar los ojos y vivir las consecuencias por el camino.

Más allá de las ínfimas ayudas gubernamentales en la alimentación, por ejemplo, una embarazada con anemia se debate en el seno familiar entre los gastos para reforzar su dieta y aquellas erogaciones imprescindibles para garantizar la canastilla del bebé. Si no recibe ayudas extras y solo vive del salario estatal que reciben su esposo y ella, la angustia prospera.

Y qué decir de la angustiante pérdida o transformación en el sistema de valores de la sociedad, de los escasos asientos en los ómnibus destinados a las embarazadas, o de esos centros de atención al público que no contemplan, dentro de su política, dar prioridad a las gestantes y dejan su suerte a la solidaridad de los miembros de las colas. ¿Es testigo el periodismo cubano de los «maltratos» prodigados por nuestros semejantes a las mujeres que atravesamos por la decisiva etapa de la gestación? No.

Y mientras eso sucede, las desagradables experiencias abundan, como las de esta periodista-gestante, suficientes para ilustrar la decadencia ético-moral de una sociedad que comienza a sufrir las consecuencias de la baja tasa de fecundidad existente.

Con dolor apreciamos cómo algunos hombres asumen una actitud naturalista o legitimadora de los roles tradicionales de género perpetuados por la sociedad patriarcal, y lejos de propiciar un ambiente más favorable para las mujeres, suman cargas a sus espaldas en los escenarios doméstico y social.

La lista de sacrificios y tragos amargos influyen sobremanera en la decisión de tener uno o más hijos, aun cuando en casa algunas seamos privilegiadas con la presencia de un hombre que no posee criterios estáticos respecto a las históricas relaciones de poder y rechaza aquellas que colocan en desventaja a la mujer.

No creo entonces que alimentar el estereotipado de la maternidad como sacrificio de las mujeres, o demandar el apoyo de la Federación de Mujeres Cubanas para revertir la situación demográfica en Cuba, sea la solución.

Una mirada transgresora se impone en los medios de comunicación, que elimine los mensajes habituales de corte patriarcal propios de una sociedad machista. Este problema persiste a pesar de los esfuerzos estatales y de la sociedad civil. Por eso es preciso transformar el discurso.

Urge la creación de una estrategia comunicativa menos fiel a los presupuestos de género tradicionales, dispuesta a desatar los nudos que en la actualidad encuentra la mujer del siglo XXI para sostener en una balanza el progreso profesional y personal.

* Periodista de la emisora cubana Radio Rebelde. Graduada como Máster en Comunicación por la Universidad de La Habana con una investigación que analiza desde la perspectiva de género el periodismo científico.

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