En Cuba, como en muchos países del continente americano, la telenovela goza de una popularidad notable. Durante años se mantienen en la memoria afectiva de las y los espectadores nombres de personajes, imágenes, escenas, fragmentos de historias que acompañaron momentos de nuestras vidas, o simplemente sirvieron de pretexto para entablar conversación con alguna persona desconocida.
La telenovela ya forma parte del folclore cubano, de nuestro choteo característico: enfermedades y virus adquieren los nombres de los personajes negativos -casi siempre el de “la mala” de la novela-, frases populares se suman a la jerga cotidiana, sin contar la nuevas modas que desde la pantalla se imponen, y los suspiros habituales por los males de amores de las/los protagonistas de turno.
El interés por abordar temas peliagudos de la sociedad contemporánea cubana resulta cada vez más frecuente. Un ejemplo de ello es la teleserie que en estos momentos se transmite por Cubavisión, el canal nacional de mayor teleaudiencia, en el horario estelar de las 9 de la noche. Aquí estamos nos presenta la historia de varios jóvenes reunidos en torno a un proyecto teatral, sus conflictos y la búsqueda de un especio de realización personal y profesional. Drogas, violencia, emigración, la incomunicación entre padres e hijos, la reinserción social de un exrecluso, la frustración de jóvenes artistas y la diversidad sexual, son algunas de las tantas problemáticas abordadas.
Como la mayoría de las series que se acercan a la cotidianeidad, Aquí estamos ha provocado comentarios, opiniones e incluso posiciones encontradas respecto al tratamiento de uno u otro tema. Sin embargo, estas reacciones quedan en criterios emitidos por el público y pocos han sido los juicios de la prensa. Por otra parte, resultan escazas las reflexiones en torno a los estereotipos y prejuicios machistas que se expresan, no ya como reflejo de las creencias sociales, sino como herramienta dramática y comunicacional para la construcción de un texto audiovisual. Lo anterior no constituye nada nuevo, sin embargo creo importante denunciar estas estrategias, en tanto resultan un modo de naturalizar un sistema de poder, estigmas y discriminaciones.
En este breve comentario propongo un somero análisis de los conflictos de los personajes femeninos de esta telenovela, a partir de la perspectiva de género.
Sistema de personajes…
Aquí estamos es una historia coral donde los conflictos de los personajes protagónicos se centran principalmente en triángulos y desengaños amorosos, todo íntimamente relacionado con la realización personal y profesional.
Una novela que se aproxima a las problemáticas de los más jóvenes podría prometer una representación de personajes femeninos que se acercaran a las tradiciones y rupturas que conviven en el ejercicio o expresión de las feminidades en Cuba. Sin embargo, a la hora de construir y representar los personajes femeninos se continúan reproduciendo estereotipos y relaciones de poder que subordinan a las mujeres, no solo por el ejercicio del dominio masculino sino, lo que es peor, por lo que parecen ser sus “propias incapacidades”.
De manera general estas son mujeres que llegan a tomar decisiones, solo que las circunstancias las ubican en posiciones límites; la mayoría son dependientes de los deseos de sus parejas masculinas y, en una búsqueda constante de su aprobación, poco hacen por ellas mismas.
Las mujeres como objeto de deseo…
Cecilia es una joven hermosa, amante de un hombre mayor, extranjero y que, en consecuencia, la mantiene a ella y a su familia. De carácter noble y sin instrucción -apenas sabe leer-, la muchacha se ve constantemente presionada por su madre, centro de poder de la familia, quien ejerce un domino patriarcal y presiona a su hija para que no pierda ese “buen partido”, mientras que sus hijos varones -sin trabajo- holgazanean.
De distinto estrato social, Paula es la típica niña de padres con poder adquisitivo. Se caracteriza al personaje a partir de los rasgos visuales y sociales de los “miquis” -una de las clasificaciones dentro de las “tribus urbanas” en nuestro país, y que se distinguen por ser jóvenes provenientes de familias con ingresos en divisa, que gustan de ropas de marca y paseos caros-. Paula es hija de un psicólogo y una profesional. La madre es directiva de una publicitaria, proveedora económica de la casa y figura de carácter; pero, de manera constante, se la presenta como una mujer superficial. Olvidó los placeres cotidianos que no incluyen fiestas y restaurantes caros además acepta, sin ningún tipo de análisis, las excentricidades de su hija.
Para dos mujeres nunca es suficiente amarse…
Una de las polémicas más encarnadas se genera por la presencia en la serie de una pareja de jóvenes lesbianas. Es la primera vez que se desarrolla una subtrama de este tipo en estos espacios televisivos cubanos, mas, tanto los escritores (Hugo Reyes Rodríguez -también codirector- y Alfredo Pérez Contreras), como el director (Rafael González Figueroa, «Cheito»), no supieron llevar a feliz término sus buenas intenciones.
Desde la presentación de la telenovela aparecen mujeres desnudas en clara posición seductora: pintándose los labios, cepillándose el pelo, acariciándose los senos y a otra mujer. Este será el único intercambio erótico que tendrán dos mujeres en escena. La interacción física y corporal de las actrices que encarnan a Raquel (graduada de danza) y Aidee (editora) resulta dramáticamente suprimida, a tal punto, que parecen más amigas que pareja. Pero el asunto se vuelve más complejo desde la propia concepción de la historia.
Si bien se rompen los estereotipos que ubican a las mujeres lesbianas desde una representación masculinizada -una diversidad representativa nos ayudaría a sortear las limitaciones de una única manera de ver-. Desde un inicio se marca el mito de la presencia del hombre entre dos mujeres. Aidee era una mujer casada cuando comienza un romance con Raquel; en el primer capítulo de la novela el esposo la sorprende y es víctima de violencia física. ¿Cuál fue la salida de los escritores? Ella obtiene la llave de su apartamento y el divorcio a cambio de no denunciar a su ex. Semejante ultraje no fue mencionado por ningún medio.
El estigma no queda ahí. Se penaliza de manera constante la existencia de grupos de mujeres lesbianas, amigas o no, que comparten y se reúnen sin hombres. Asimismo, desde la autodefinición se les presenta como un grupo cerrado, que incluso discrimina a quienes “salen de sus filas” por “virar para atrás”, como dice uno de los personajes.
Resulta también estigmatizante ubicar el conflicto al interior de la relación de pareja, pues esto minimiza y silencia toda la discriminación y las adversidades a las cuales deben enfrentarse las personas homosexuales, especialmente las mujeres que suelen ser doble y triplemente discriminadas.
¿Final feliz para ellas? Parece imposible, cada día crece el abismo de intereses entre ambas, y, curiosamente, aparecen planos de Raquel, profesora del grupo de teatro, que reúne a todos los protagonistas, observando embelesada a uno de los jóvenes: el más mujeriego, fuerte y viril. Su relación con él cambia cuando el joven intercede en una pelea callejera, todo un acto de hombría. ¿No se sentencia aquí el credo machista de la necesidad del falo?
Conflictos de las profesionales…
Cuatro mujeres profesionales asumen de manera diferente el rol de cuidadoras. Aparecen varios personajes femeninos como proveedoras económicas y núcleo de familia. Una de ellas es Liudmila, una cubana de unos cuarenta años que trabaja en un hotel de la capital y, gracias a su esfuerzo, puede mantener un estilo de vida desahogado, aunque sin grandes lujos. El principal conflicto de Liudmila parece ser el desencadenamiento de una enfermedad terminal en su hija Mariana, una muchacha dulce, con sueños, luchadora. La sobreprotección de la madre vuelve tensa la situación. Pero no todo es desgracia para esta mujer, pues aparece en su vida un joven sensible que se encarga, sin conflicto, de las labores domésticas, e incluso se ofrece a cuidar de su hija cuando ella debe viajar por cuestiones de trabajo.
Sin embargo, los escritores decidieron tomar un curso imprevisto en la trama. Mientras reviso este texto, en uno de los capítulos más recientes, Mariana besa a Orestes, el compañero de su madre. Solo quisiera emitir una pregunta al respecto. ¿Será que las madres solteras no encuentran ni en telenovelas a un hombre por el cual no tengan que hacer concesiones sin el fantasma de una atracción erótica entre él y su hija adolescente?
Otra representación puede ser posible…
No es casual que elija esta frase. Para lograr ese mundo mejor al cual aspiramos, junto a cambios sociales y políticos, resulta imperante emprender lo que Bourdieu ha llamado la revolución simbólica. Necesitamos crear otra manera de significar y representar; otra manera que vive ya en prácticas, conocimientos, valores, y de modo general en la lucha de mujeres y hombres por una relación de género más justa. En ello, las y los profesionales de la comunicación tenemos la responsabilidad social y ética de comprender y valorar el impacto de nuestros productos comunicativos.
Algunas de las claves para formar comunicadores/as conscientes y atentos/as a los prejuicios que vician las ideologías profesionales parten de la educación universitaria, pero también de las políticas editoriales y culturales construidas fuera de una mirada integral desde el género y el feminismo – tradición teórica, política y social, que no se asume como asumimos el marxismo, los estudios culturales, la televisión educativa, etc.-. Por otro lado, debemos fomentar la existencia de una crítica desde los medios de comunicación masiva, que apunte hacia estos temas y promueva un debate social, estableciendo también estrategias para una lectura activa de los materiales audiovisuales.
Lirians Gordillo Piña*
Periodista e investigadora cubana, egresada en 2008 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Su tesis de licenciatura analizó la representación social de género en el video clip cubano actual, tema al que se ha seguido acercando, además de otros tópicos que vinculan el género y el audiovisual. Ha publicado en revistas cubanas como Mujeres, Movimiento y los sitios web La Jiribilla y Asociación Hermanos Saíz. Ha participado en distintos eventos celebrados en Cuba sobre género y feminismo. Actualmente se encarga del área de comunicación del Centro Nacional de Educación Sexual y es profesora de teoría de la comunicación y de dramaturgia en la Universidad de La Habana.