Eduardo Galeano ya lo había advertido en su proverbial texto El libro de los abrazos: “Por la pantalla desfilan los elegidos y sus símbolos de poder (…) He aquí los premiados: son los usureros de buenas uñas y los mercaderes de buenos dientes, los políticos de creciente nariz y los doctores de espaldas de goma”.
Bajo tal mira, la mayor parte de las organizaciones mediáticas todavía exhiben un discurso hegemónicamente patriarcal y algunos especialistas enuncian, como una de las causas, la no existencia de un mayor por ciento de mujeres en los vértices jerárquicos de la prensa.
Varios factores inciden, entre ellos los obstáculos para conciliar la vida laboral y familiar y la percepción errónea de que, para dirigir una empresa, una mujer debe adscribirse a características y conductas tradicionalmente masculinas como la agresividad, la dominación o la fuerza.
En ese sentido, instituciones femeninas, gremios profesionales y entidades políticogubernamentales aúnan esfuerzos para propiciar mayor paridad en la presencia de hombres y mujeres dentro de los marcos ejecutivos de la comunicación.
¿Qué sucede entonces en Cuba donde ellas son mayoría en los cargos directivos de los órganos de prensa? ¿Cómo asumen estas mujeres el reto de liderar y empoderarse en un mundo usualmente masculinizado? ¿Se traduce ello en una mayor y mejor perspectiva de género presente en la agenda mediática?
En Cuba ellas mandan
Las cifras hablan por sí solas: según datos ofrecidos por la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), alrededor de un 56 por ciento de las plazas de dirección en los medios de prensa nacionales corresponden a mujeres; en tanto, en las estructuras municipales y provinciales, ellas superan los 64 puntos porcentuales.
Es válido señalar que algunos por cientos pueden ser mayor o menor en dependencia del encargo y especificidades de cada medio. Una de las peculiaridades que se puede encontrar, especialmente en los entornos impresos, corresponde al compromiso en cuanto a horarios que el cargo implica: si existen espacios como la Casa Editora Abril, el más grande conglomerado mediático del país (engloba seis revistas mensuales o bimensuales y un departamento de producción de libros), que tiene un 70 por ciento de sus plazas ejecutivas ocupadas por mujeres; en otros como el semanario Trabajadores, y los diarios Granma y Juventud Rebelde ellas promedian, en conjunto, solo un 20 por ciento, aproximadamente.
Más allá de estas interpretaciones numéricas, para muchas el reto es y ha sido inmenso. Diana Lío Busquet, con más de 15 años de experiencia como dirigente y actualmente subdirectora editorial de la Casa Editora Abril, expone algunas ideas: “La dirección de un órgano de prensa impone el reto de apostar por la autenticidad y veracidad, sin dejar a un lado la responsabilidad social y, por qué no política, que de alguna manera en nuestro país se espera de los medios”.
La joven Karina Marrón, subdirectora del periódico Granma, principal órgano de difusión del país, secunda tales criterios y apunta otros: “Dirigir es siempre complejo, en cualquier espacio; implica organizar, proponer ideas.
Uno de los mayores desafíos es lograr el team work, establecer las cosas en un sistema que permita que funcione, aun cuando no esté quien dirige”. Por su parte, Marietta Manso, con más de 20 años de labor al frente de revistas juveniles cubanas como Alma Máter y Somos Jóvenes, recalca el desafío: “Liderar no se enseña en ninguna escuela. Pocas veces se recibe una ayuda sistemática y, por tanto, se debe aprender sobre la marcha, tratando de tener más aciertos que errores”.
He ahí donde todas enumeran los múltiples sacrificios que conlleva supremo empeño; si bien el por ciento de mujeres dirigentes en los medios de prensa es elevado, todavía existe una estricta división sexual del trabajo, que interviene como un elemento de distorsión sobre las profesionales preparadas para ocupar posiciones de poder en las organizaciones, en la medida en que las coloca en una encrucijada en donde tienen que decidir, a priori, si orientan su futuro profesional, o si ceden ante las obligaciones inexcusables y diarias que demanda la atención de la familia.
Compartir los roles resulta entonces harto complejo. “Se requiere de mucha abnegación, también comprensión y apoyo familiar. En mi caso el binomio responsabilidad y horarios ha transitado por etapas. Necesité mucho apoyo en la retaguardia. Pero se puede lograr. Una puede conciliar su realización profesional con lo personal y tratar de brillar en los dos roles”, apunta Lío Busquet.
Tomar los medios, ¿tomar la agenda?
Aunque en el imaginario popular concurren criterios sobre las diferencias sustanciales en los estilos de dirección de hombres y mujeres, nuestras entrevistadas coinciden en que las formas de gestionar procesos dependen de la profesionalidad y el carácter del directivo, más allá del género.
“Existen diversas maneras de dirigir; no tienen que ver, necesariamente, con que seas hombre o mujer, sino con la forma de ser cada cual, con los conocimientos y habilidades adquiridas. He tenido jefes muy despistados y desordenados, pero también otros que me ganan en delicadeza, organización, intuición, cualidades que se asocia, con frecuencia y a veces de forma estereotipada, a las mujeres”, explica Marrón.
Lío Busquet, aunque concuerda, establece mínimas distinciones para el caso de las lideresas de medios de prensa. “No creo que las diferencias puedan ser medulares, pero imagino que, en general, las mujeres somos un poco más comprensivas y tolerantes, más dadas a escuchar”.
La experimentada Marietta Manso posiciona otras consideraciones, cuando asume que la principal cualidad radica en la capacidad laboral y percepción de quien dirige, más allá del género. “No creo que una mujer lo haga, digamos, más maternal, ni un hombre más rígido y poderoso. Se trata, sobre todo, del discernimiento que tenga del medio quien dirige y su tacto al hacerlo”.
Tras estos análisis, algunas interrogantes emergen: ¿poseer un mayor por ciento de mujeres directivas garantiza un mejor enfoque de género en la producción comunicativa cubana, tanto cuantitativa como cualitativamente?
Desde sus múltiples experiencias en medios diversos en cuanto a rutinas productivas, las tres entrevistadas insisten que no. “Poder tener una agenda mediática con una adecuada perspectiva de género pasa por la inteligencia y la aprehensión sobre estos temas de quien ejecuta las políticas informativas. Tiene que ver con la sensatez, la sensibilidad y la importancia que se le concede dentro del órgano de difusión”, arguye Lío Busquet.
Estas directivas, aun cuando representan diferentes estilos de gestión comunicativa, debido al formato de sus respectivos medios de prensa, afirman que un modelo de dirección eficiente deviene aquel “de índole participativa, en el cual todos y todas, desde su rol, se impliquen, formen y se sientan parte”.
Igualmente, todas instan a que la forma de control y dirección asociado al patrón masculino no es la única manera de alcanzar el éxito ya que hay muchas vías para ejercer el liderazgo. La propia Manso, brinda un resumen consensuado. “Tenemos el tremendo reto de demostrar que podemos dirigir bien no porque seamos mujeres, sino porque somos buenas en lo que hacemos”.
Violencia contra las periodistas amenaza la libertad de expresión Para las periodistas, la violencia y la intimidación no son solo problemas que aparecen en zonas de conflicto, son una experiencia cotidiana en todas partes del mundo que les impide el correcto desempeño de su profesión y atenta contra la libertad de expresión.
“Ya no tienes que estar en zona de conflicto para que te violen”, se lamentó el último miércoles de abril la periodista del diario The New York Times, autora de The Taliban Shuffle: Strange Days in Afghanistan and Pakistan (La confusión Talibán: Días extraños en Afganistán y Pakistán), Kim Barker, en el marco del lanzamiento de un nuevo libro que documenta los abusos y el acoso cotidianos que experimentan las reporteras en el ejercicio de su profesión.
Tras escribir un editorial en el que contó su experiencia de acoso sexual en el terreno, Barker relató que una persona que lo comentó en Internet la llamó “gorda” y “poco atractiva” y le dijo que “nadie querría violarla”.
El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, en inglés), con sede en Nueva York, decidió enfocar la edición de este año de su serie de “Ataques contra la prensa” en el acoso basado en cuestiones de género, de violencia sexual y de agresión física que sufren las periodistas por las consecuencias que el tema tiene para la libertad de prensa.
“En sociedades en las que las mujeres tienen que luchar por tener el control sobre sus propios cuerpos tienen que luchar para reafirmar sus derechos en el espacio público, ser una periodista es casi una forma de activismo”, explicó la reportera de televisión egipcia Rawya Rageh, en el lanzamiento del libro.
La mayor parte del abuso se da en Internet, donde los agresores se esconden detrás del anonimato del espacio para comentarios. Según el Centro de Investigación Pew, 40 por ciento de los usuarios de Internet han experimentado algún tipo de acoso en ese espacio. Los hombres también soportan agresiones, pero el abuso hacia las mujeres tiende a ser más severo, incluso el acoso sexual y las amenazas de violencia. Por ejemplo, una periodista informó a la Fundación Internacional de Medios de Comunicación de Mujeres (IWMF) que un trol la había amenazado con “cazar su carne humana”.
Alessandria Masi, corresponsal del International Business Times en Medio Oriente, recordó los comentarios que recibió por un ensayo en un libro de CPJ: “Me agredió el Ejército Electrónico Sirio por escribir un artículo que criticaba al presidente Bashar al Assad y me preguntó con cuántas personas había tenido que mantener relaciones sexuales para que me lo publicaran”.
El abuso en Internet es un síntoma del arraigado sexismo que está generalizado, coincidieron muchas de las participantes. La profesora de derecho de la Universidad de Maryland y autora de “Hate Crimes in Cyberspace” (Crímenes de odio en el ciberespacio), Danielle Keats Citron, señaló que el acoso por cuestiones de género “refuerza los estereotipos de género”, que percibe a los hombres como dominantes en el ámbito laboral, mientras que las mujeres son objetos sexuales que no tienen lugar en los espacios de Internet.
Pero las amenazas no se quedan en Internet, también se manifiestan en el mundo real. La subeditora del diario colombiano El Tiempo, Jineth Bedoya Lima, fue secuestrada y violada en 2000 tras destapar una red clandestina de tráfico de armas en el país. En 2012, tras escribir sobre los peligros de la mutilación genital femenina, la periodista liberiana Mae Azongo, recibió amenazas de muerte, incluso le dijeron que la agarrarían y la cortarían si no “se callaba”; tuvo que pasar a la clandestinidad con su hija de nueve años.
Un año después, la periodista libia Jawlija al-Amami recibió un disparo de un hombre que se acercó a su automóvil. Si bien sobrevivió, luego recibió un mensaje de texto amenazándola con que moriría si no “dejaba el periodismo”. Los y las periodistas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) soportan peligros similares, añadió CPJ. Este año, Xulhaz Mannan, editor de una revista sobre cuestiones LGBT de Bangladesh, fue atacado hasta morir en su propia casa.
Pero muchas víctimas de acoso y abusos no denuncian las agresiones. “Era como uno de esos sucios secretitos de los que no hablas porque tienes que simular que eres una más entre los hombres”, explicó Barker; y se refirió al caso de Lara Logan como uno de los puntos de inflexión. Mientas cubría la revuelta en Egipto para la cadena estadounidense CBS, en el marco de la Primavera Árabe en febrero de 2011, Logan fue atacada y violada por un grupo de hombres. Durante una entrevista para el programa de televisión “60 minutos”, relató cómo la separaron de sus compañeros, le arrancaron la ropa, la golpearon con palos y la violaron.
Cuando le preguntaron por qué decidió hablar públicamente, Logan dijo que quería romper el silencio “sobre algo que todas hemos experimentado, pero sobre lo que nunca hablamos”.
Una de las razones por las cuales muchos y muchas periodistas no denuncian es porque temen no poder seguir trabajando por su orientación sexual o de género.
“Es una trampa”, subrayó Rageh a los participantes. “No quiero reforzar esa idea de que quién soy o qué soy limitará mi capacidad para cubrir una historia, pero por supuesto que hay un asunto que atender”, prosiguió. La vicepresidenta de CPJ y editora ejecutiva de Associated Press (AP), Kathleen Carroll, dijo que hace tiempo que la amenaza de la violencia sexual mantiene a las mujeres fuera del periodismo. Pero hay formas de hacer frente a las amenazas que no implican que se excluyan, opinó.
Carroll señaló que hay que proporcionar a las periodistas y también a los hombres buenas herramientas y capacitación. IWMF creó una formación en seguridad con un perfil de género específico para preparar a las mujeres para ambientes hostiles. Eso incluye escenarios de dramatización, evaluación de riesgos y planes de comunicación.
También se necesitan líderes efectivos, informados y comprensivos en las agencias de noticias para ayudar al personal a minimizar los riesgos, añadió Carroll. Las panelistas coincidieron en la urgencia de que haya una reforma por la necesidad de mujeres en el terreno. “Cuantas más mujeres hayan cubriendo esas historias, más se hablará de ellas”, apuntó Barker.
En un artículo, Lima reflexionó sobre la importancia de la voz femenina: “nuestras palabras, nuestras letras, nuestra voluntad pueden prevenir que se vulnere la libertad de expresión, que se viole a más mujeres, que se silencie a quienes son la voz de otros. Nuestras palabras pueden avivar una lucha o sepultar por siempre el cambio”…
Fuente: IPS