Celebro y recibo con beneplácito a las personas que se consideran feministas, aunque prefiero no etiquetar y simplemente hacer en pos de un bien común, en este caso, la relación de equidad y respeto entre hombres y mujeres. Nunca me he denominado feminista aunque sí considero tener activado el chip de la perspectiva de género, lo que me hace percatarme de cosas a veces imperceptibles para otras personas.

Eso me sucede cuando estoy un tiempo expuesta a la televisión, y más que determinar si los programas tienen o no buena factura, me concentro en hacer una valoración de los mensajes que transmiten.

No pretendo encontrar una audiencia excesivamente crítica ante los programas de la televisión cubana, pero sí la reflexión sobre determinadas propuestas que, en el afán de llenar la parrilla de programación y de entretener a las audiencias, han llegado para quedarse sin la calidad requerida.

Cuando de hacer reír se trata es complicado responder a todo tipo de público, pero en ocasiones los programas humorísticos se atribuyen el derecho de hacer humor a cualquier precio; se basan en chistes que, lejos de divertir a las audiencias, ofenden a determinados grupos sociales.

Atendiendo a esto, se pueden encontrar chistes que apelan a diversos tipos de discriminación, ya sea por raza, religión, procedencia social, ubicación geográfica, orientación sexual o sexo, y en torno a eso gira todo el espectáculo.

A otro con ese cuento, clasificado como programa humorístico de la televisión cubana, llega con una propuesta relajante que no deja cabida al pensamiento y reflexión de las audiencias. A mi juicio, este es uno de los programas que basa sus desagradables chistes en la discriminación, especialmente hacia la mujer.

Con respecto al humorístico, numerosos son los comentarios que generan los distintos segmentos de público. Este esel caso de un trabajo on lineen el portal de la televisión en torno al cual los televidentes ofrecieron sus consideraciones: “buenos días, ese programa está estupendo y se ve que se está realizado con mucho amor, por eso es que está saliendo todo ok…”[i]

Resulta evidente –y es percibido por las audiencias- lo refrescante y divertido del producto televisivo. Pero en ese camino se consume de manera acrítica la propuesta, que muestra una, también evidente, banalización de la imagen femenina.

Se presenta a las mujeres como figuras decorativas o reproduciendo los tradicionales estereotipos que denigran su imagen y estandarizan una sociedad tan diversa como la cubana.

Atendiendo a esto, uno de los televidentes comentó en el citado portal de la televisión: “el programa muy bueno, los chistes q más disfruto son los de Elda y el Chispa, ahh y los de Vititi….pero lo q más disfruto de verdad es ver a Gisel, que mujer más hermosa y sexy ojala tuviera el honor de conocerla algún día, wao es fenomenal. Saludos”

En tal sentido, se hace necesario destacar undossier publicado en El caimán barbudo, titulado“Imagen de la mujer en el humor televisivo”. Especial significación se encuentra en el reporte de Dagneli Abad López, “Hay que tener cuidado”, donde la periodista alerta sobre el ratamiento de la mujer en los espacios humorísticos.

“A través de la comedia, y sin intención aparente, la mujer queda estereotipada de dos maneras: aquella en la que se presenta como una joven atractiva de buen cuerpo y poca mente, u otra donde la fealdad, la bata de casa y los rolos son sus accesorios preferidos. En cualquier caso, se ridiculiza su imagen y se desvirtúa su papel como ser humano que también forma parte de la sociedad.”

Es eso precisamente lo que se percibe en A otro con ese cuento, donde aparece esa imagen de mujer demasiado linda, o por el contrario, extremadamente fea. Algunas personas pudieran alegar que hay una gran presencia de la mujer en las emisiones, pero la esencia del debate radica en el rol que ellas ocupan y no en la cantidad de veces que salen a escena.

Lo más desagradable del programa, en mi opinión, se encuentra en la sección ¡Ay mujeres!, del juego de dominó. Esta se muestra transgresora porque no solo juegan los hombres, como tradicionalmente sucede, sino que la mujer tiene determinado protagonismo. Lo realmente repugnante y banal de ese chiste es su esencia misma, pues se presenta una lucha entre contrarios donde cada grupo, tanto hombres como mujeres, trata de hacer los chistes que más denigren al otro sexo.

Se siguen reproduciendo en la televisión, y en este caso específico, en el Canal de la Familia Cubana, los tradicionales estereotipos herederos de una cultura machista, que no contribuyen al pleno desarrollo de los seres humanos hacia relaciones de respeto y equidad.

Especialmente interesante resulta un comentario en el citado portal de la televisión: “el programa está buenísimo e incluso mi hijo de 4 años le encanta y nunca se lo pierde, un saludo a todos los actores y actrices que hacen posible que salga al aire los domingos, hace falta que nunca lo quiten, nos alegra el domingo, creo que es lo único que vale la pena después que se acaba la película. Gracias por existir.”

Criterios como este, colmado de halagos aparentemente inocentes, deberían quitar el sueño a más de una familia. Resulta injustificable que un niño de apenas cuatro años esté expuesto a una propuesta televisiva pensada para un público considerablemente mayor. Y sobre todo, a una programación que ya comienza a instaurar los cánones de una tradicional sociedad patriarcal que denigra la imagen de la mujer.

Este es un problema multifactorial, y en el centro se encuentra la inocencia de la niñez que todavía no distingue entre lo correcto y lo incorrecto. La lucha por la construcción de una sociedad “con todos y para el bien de todos”, incluidas mujeres, niñas y niños en igualdad de condiciones, no puede ser causa de una sola persona o un solo grupo.

La educación inclusiva a la que aspiramos no es responsabilidad solo de la escuela, de los medios o de la familia. Cada grupo tiene su rol y su encomienda; cada quien tiene que aportar su grano de arena en la construcción de una sociedad más justa y sin estereotipos sexistas, sobre todo para mujeres como Gisselle Lominchar, Gelliset Valdés, Yuni Bolaños, Daniela Reyes, Heydi González (actrices de A otro con ese Cuento) y otras tantas que, sin salir en televisión, son víctimas de sociedades machistas y discriminatorias.

 


[i] Los comentarios de los internautas, identificados aquí en letra cursiva, fueron reproducidos tal como aparecieron publicados en el sitio web de referencia. Las faltas ortográficas y de redacción provienen del original. (Nota de la editora de Género y Comunicación).

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