Renuncias y compromisos. Imágenes de hombres

El camino que recorren los hombres a lo largo de su vida les permite ir actualizándose permanentemente, ya sea incorporando nuevas realidades o despojándose de ellas. Estas adquisiciones y desprendimientos suponen y demuestran que son seres en un constante proceso de equilibrio, desequilibrio y reequilibrio y, en consecuencia, susceptibles de asumir cambios.

Devenir hombre (al igual que mujer) es sin dudas una creación universal relevante. Tener un cuerpo, un hablar, un andar, una apariencia física y una manera de pensar, sentir y comportarse masculina o femenina, resulta una manera de existir, aun cuando esta generalidad alcance su singularidad en cada hombre y mujer.

El problema surge cuando algunas de las asignaciones que se han prescrito y normalizado para los hombres se presentan como hechos que deben ser eliminados, porque para la sociedad son generadoras de superioridad y los convierten en seres opresores y tiranos con pretensiones de reducir y doblegar al otro género. Sin embargo, si lo pensamos bien, ni la norma ni el mandato social en sí mismos son los que alteran y tambalean la libertad individual de los hombres, sino la manera en que intentamos colocarlos y la interpretación que hacemos de ellos.

El querer SER IMPORTANTE ante la pareja, la descendencia, las amistades y la sociedad, no es malo. No hace daño querer trascender en la vida, el problema es pensar que los hombres están en este mundo únicamente para cumplir esa misión sobre las mujeres.

La COMPETENCIA no es negativa. Esforzarse en pos del triunfo merece elogios y reconocimientos. Lo peligroso resulta cuando es utilizada para aplastar a los otros y el triunfo se asocia con la derrota de los demás.

SER VALIENTE es una cualidad admirable. Enfrentarse a determinados eventos de la cotidianidad sin temores, ofrece seguridad y confianza, siempre que esa valentía no se exija todo el tiempo y se compulse a demostrarla a cualquier precio.

SER FUERTE, es decir, tener fortaleza física, es un don que da la posibilidad de ayudar a los demás y a sí mismo a resolver determinadas situaciones, el asunto se torna complicado cuando la fuerza se ejerce para dañar, lastimar o reducir al otro.

ORIENTARSE HACIA UNA META que dé forma y sentido a los esfuerzos es genial, siempre y cuando ese entrenamiento no sea una exhortación a la humillación y no tenga que acompañar al hombre en todo momento como su amuleto más preciado. Alcanzar una meta no implica ir seguidamente a la búsqueda de otra. La vida no es una meta, es solo el camino para alcanzar un fin.

El asunto no está en la cualidad misma, como deformidad de lo masculino o como forma exclusiva e inherente al varón, sino en su debida colocación como asignación humana universal y en la manera en que debe ser trasmitida para que verdaderamente apunte al crecimiento y mejoramiento de los hombres.

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Podríamos seguir mencionando muchos otros atributos y cualidades para ilustrar que el asunto no está en la cualidad misma, como deformidad de lo masculino o como forma exclusiva e inherente al varón, sino en su debida colocación como asignación humana universal y en la manera en que debe ser trasmitida para que verdaderamente apunte al crecimiento y mejoramiento de los hombres.

Esta realidad, sobre la manera en que la sociedad visualiza cómo lo “culturalmente apropiado” para los hombres, se asume de una manera u otra, es a diario reproducida y potenciada por los medios de comunicación social en forma de imágenes, textos, sonidos y gráficas. Podemos preguntarnos, ¿qué papel han desempeñado y desempeñan los medios en la representación de lo que significa ser hombre?

En muchas ocasiones, los mensajes que se trasmiten en programas televisivos, radiales y en la propia pantalla grande, han promovido de forma inconsciente, y algunas veces consciente, los estereotipos que marcan esta realidad en la sociedad, al reproducir un modelo de hombre cargado de estereotipos. Las maneras de ser hombre y mujer se van construyendo también a partir de la información mediática que recibimos pues, a lo largo de la historia, han tenido una forma diferenciada de mostrar a unos y otras la realidad de nuestro entorno. La vida cotidiana ha estado cargada de símbolos e imágenes sexistas calcadas y reproducidas por los medios con sorprendente precisión.

¿Qué hemos visto, escuchado y leído?

• Mujeres inseguras, serviles, temerosas, conformes, que aparecían una y otra vez en la televisión, la radio, la prensa plana y el cine, siempre junto a varones triunfadores, audaces y decididos a enfrentar con “dureza” los problemas y avatares de la vida cotidiana. Textos donde la heroicidad aparece tan internalizada en los hombres, que los compulsa a ejercer una autoridad, convencidos de que la deben mostrar.

• Hombres que mutilan sus emociones y sentimientos a fuerza de negarlos, de no reconocerlos y expresarlos; otros que se aíslan y no comparten sus dolores y angustias; y algunos que son presionados a esconder sus preferencias sexoeróticas o limitados en la elección de su opción sexual.

• Imágenes de hombres desvirtuando el auténtico sentido de una vivencia placentera de su erotismo, al concentrarse básicamente en los tres pilares de la sexualidad masculina: erección, penetración y eyaculación, y donde las sensaciones placenteras del resto del cuerpo sexuado resultan secundarias.

• Escenas donde se muestran modelos agresivos de conducta. Ante la aparición de miedos, tristezas, angustias y situaciones de vulnerabilidad, que pudieran ser interpretados como debilidades, los hombres se retraen y transforman esas emociones en actos violentos.

• Secuencias de crímenes, violaciones, abusos, maltratos físicos y verbales, accidentes y catástrofes provocadas intencionalmente, están presentes en telenovelas, reportajes, programas noticiosos, e incentivan actitudes y conductas violentas. Aparece una especie de violencia cultural socialmente permitida que destruye y autodestruye, y que los hombres la ejercen no solo contra las mujeres, sino también contra otros hombres e, incluso, contra sí mismos.

Pero surge la pregunta, ¿por qué se reproduce esto por creadores/as, realizadores(as) escritores/as, directivos, cineastas, periodistas y hasta calificados/as investigadores/as? Justamente, porque la manera de proyectar esas imágenes es, en última instancia, el resultado de lo que está en la mente de esas personas, quienes son, en definitiva, las encargadas de diseñar, estructurar y ejecutar las propuestas que recibimos.

Basta recordar algunas expresiones de este tipo en situaciones como las siguientes:

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• “Hace falta un hombre en esta casa”. Mujer que vive sola y tiene dificultades con el arreglo de enseres domésticos. Mensaje que subyace: Los varones son los que pueden resolver esos problemas.

• “Necesitas una mujer para poner orden en este cuarto”. Amigo que alienta a otro a encontrar una pareja femenina para que termine con el desorden de aquella habitación. Mensaje que subyace: la mujer es la ordenada; el hombre es incapaz de poner orden.

• “Deja que llegue tu padre, él te entrará en cintura”. Madre que habla a su hijo. Mensaje que subyace: incapacidad materna de imponer respeto y autoridad, solo el varón la ejerce como figura de poder.

Lo anterior apenas es una muestra de cómo sutilezas semánticas, enfoques inadecuados y textos aparentemente inocentes, cargan nuestras propuestas de dobles mensajes que solo consiguen perpetuar la falta de equidad entre los géneros y desvirtuar el verdadero significado de ser hombre.

Por supuesto que no es responsabilidad de creadoras y creadores lo que ocurre a nivel social con el tratamiento del género y la masculinidad, solo digo que en el caso de los medios de comunicación social se hace imprescindible producir e intercambiar nuevos conocimientos a estos hombres y mujeres y promover el análisis y la crítica necesaria para que puedan reflejar una verdadera conciencia de género en sus creaciones artísticas y literarias.

El cuerpo del hombre no puede continuar presentándose solamente como un estandarte de fortaleza. Hay que terminar de sobreexigir al varón con cargas de fuerza, dureza y poder, que lo convierten en un ser repleto de incapacidades emocionales.

No se trata de presentar imágenes que estimulen a los hombres a dejar de ser fuertes, vigorosos, potentes, capaces y dirigidos a una meta. Ofrezcamos espacio también a aquellos que no desean serlo. Demos oportunidad a los que no son violentos, que lloran, que sienten miedos, que no son heterosexuales, que su pene no es grande, que tienen una sola pareja, que no son promiscuos, para que puedan también ejercer su masculinidad.

Es imprescindible romper el silencio en torno a la violencia y el maltrato físico y psicológico contra la mujer y el que ejercen los hombres contra otros hombres y contra ellos mismos. Desechemos el analfabetismo emocional, que no da a los varones la oportunidad de identificar sus diferentes emociones.

Revisemos aquellos mensajes que sutilmente promueven miedo y sentimiento de rechazo hacia los homosexuales, bisexuales, travestis, transexuales y otras expresiones o conductas sexuales, y desestimulemos las conductas de rechazo, discriminación y violencia hacia ellos. Pensemos en la urgencia de presentar imágenes y textos donde el respeto sea una máxima y se les ofrezca la posibilidad de vivir libremente su opción sexual.

Recordemos que en las imágenes, las palabras, las expresiones extraverbales, los sonidos, los significados y el diálogo, tenemos también una poderosa fuerza para hacer pensar en aquello que deseamos desechar y a lo que pretendemos aspirar, pero, sobre todo, a sentirnos a gusto con lo que verdaderamente somos. Es hacia ese lugar que considero debemos dirigirnos.

*María Teresa Díaz Álvarez

Psicóloga, sexóloga, responsable del Grupo de Comunicación Social y coordinadora del proyecto Bienestar para Masculinidades en Desarrollo del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero.

Máster en Sexualidad. Profesora Auxiliar de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de la Habana. Ha sido guionista y realizadora de materiales audiovisuales y fue la autora y conductora de dos series televisivas dirigidas a adolescentes “Nuestra Sexualidad” y “Los Encantos de la Sexualidad”. Publicó recientemente un manual para la Formación de Promotores adolescentes en salud sexual llamado “Conserva tus Sueños”.

 

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