Masculinidades y feminidades en juego

Históricamente, los escenarios deportivos han sido creados, regulados y disfrutados por los hombres. Los procesos de socialización de ambos sexos durante toda la vida inciden en la «hipermasculinización» de estos espacios. De niños, ellos pueden –más bien deben- jugar pelota, fútbol, baloncesto, etc., mientras se supone que ellas se alejen de este tipo de actividades para evitar ser referidas como «marimachas», «machorras» u otro adjetivo descalificador.

En el caso específico de la alta competencia, se manifiestan privilegios derivados de una mayor cobertura mediática a los eventos de hombres, mayores expectativas y atenciones alrededor de los deportistas, y diferencias abismales en los salarios, por solo citar algunas cuestiones.

El mundo de los rituales deportivos se emplea para «modelar» cómo ha de ser el varón (fuerte, vigoroso, activo, etc.) y la mujer (armonía, gracia y virtud). La hombría se asocia a deportes de combate o de gran resistencia física (boxeo, lucha, kárate, ciclismo) y la feminidad al nado sincronizado o la gimnasia rítmica.

Todo ello adquiere mayor relevancia cuando se inserta la dimensión comunicativa. El Periodismo Deportivo se ha convertido, según el catedrático español Jesús Castañón Rodríguez [2003], en una especie de «magia cultural», que transforma a profesionales de esta área en intérpretes de prácticas sociales disfrutadas por millones de personas.

En el contexto actual, los medios de comunicación se instituyen como condición indispensable para el buen funcionamiento de los eventos deportivos y se reconoce la incidencia de estos en la espectacularización de todo lo que ocurre en esos espacios, incluyendo las negociaciones de estatus y jerarquías sociales [Alabarces, 1998].

A su vez, cada día es más perceptible la influencia de los relatos mediáticos en la formación de las identidades individuales y colectivas. Las nuevas generaciones desean parecerse más al futbolista portugués Cristiano Ronaldo o la saltadora de pértiga rusa Yelena Isinbayeva que a sus padres, madres u otra persona allegada.

Para una gran parte de la juventud de hoy, los héroes y las heroínas deportivas son sus modelos de referencia. O como diría el periodista español Santiago Alba Rico [2011, p.257], los medios han hecho que las estrellas del deporte y las personas del mundo del espectáculo sean «los intelectuales de nuestra época».

En ese entorno, urge prestar atención a los modos en que los relatos del periodismo deportivo organizan y representan simbólicamente lo masculino y lo femenino.

Como la teoría no es suficiente para «explicar y entender» los fenómenos, se proponen a continuación algunas valoraciones derivadas de la investigación «Masculinidades y feminidades en juego. Análisis de la construcción de las masculinidades y las feminidades en el periodismo deportivo de los medios impresos Granma y Juventud Rebelde2, durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012″3.

 

Lo masculino y lo femenino… ¿qué dijo la prensa deportiva?

Durante los días en que transcurrieron los Juegos Olímpicos, los diarios cubanos estudiados ampliaron sus secciones deportivas de una a dos páginas. El público lector era potencialmente mayor que en otras etapas del año. Si a ello le sumamos el eventual interés que despertó la cita bajo los «cinco aros», reforzaríamos la pertinencia de este análisis, que abarcó todos los productos comunicativos publicados en las páginas deportivas de Granma y Juventud Rebelde entre el 20 de julio y el 16 de agosto de 2012, correspondientes a la cobertura de la cita multideportiva de Londres.

Como primer elemento, los tópicos referidos a las modalidades deportivas enunciadas en la cobertura reflejaron una mayor representación de los deportes en los que compitieron hombres, asimetría similar a la relevancia concedida a ellos mediante el destaque editorial, los llamados o reclamos de portada, los recursos gráficos y el uso de fuentes. Teniendo en cuenta las estadísticas de ambos diarios, a lo masculino correspondieron aproximadamente siete de cada diez (70 %) referencias.

Tal desbalance informativo se exacerbó en el análisis de los roles ajenos al de atleta. La representación de los hombres acaparó cifras superiores a ocho de cada 10 alusiones, mientras que las mujeres no lograron rebasar el 15 por ciento en ninguno de los periódicos. Investigaciones recientes han señalado que las mujeres tienen escasa presencia en puestos de entrenadoras, directivas, expertas, periodistas especializadas en deportes, entre otros.

Pese a los avances de ellas en el universo atlético, este sigue siendo un espacio regulado desde visiones masculinas. Ellas participan, pero no toman decisiones.

El discurso mostró, además, la persistencia del empleo del masculino genérico –«nos alistamos», «los deportistas», «los británicos»–, así como la tendencia a referirse a las mujeres como «objetos de deseo» («Belleza», artículo publicado en Juventud Rebelde sobre las 10 atletas más bellas de los Juegos). En menor medida hubo acercamientos a la mujer en roles no tradicionales en el ámbito del deporte: experta y directiva. Como generalidad, también en el uso de las fuentes se privilegiaron los criterios de hombres, incluso en trabajos donde las mujeres tenían el protagonismo.

El análisis de los elementos discursivos permitió identificar los tipos de masculinidades y feminidades asumidos en el discurso. De esta forma, las representaciones hegemónicas de la masculinidad se identificaron por medio de alusiones a la fuerza, el valor, la capacidad para reponerse de un mal momento, de competir aun con el riesgo de lesionarse, así como la represión de los sentimientos y emociones.

Asimismo, fue habitual el empleo excesivo de palabras con matices bélicos («armada», «combatir», «batalla», «ráfagas», etc.) y agresivos («apabulló», «liquidó», «doblegó», «arroyó», «salir a ‹‹matar››», «habrá que morirse», etc.), todo ello para reafirmar las relaciones de dominación-subordinación.

Las masculinidades no hegemónicas fueron representadas en ambos diarios a partir de construcciones discursivas y recursos gráficos que los exhibieron «vulnerables» y reivindicaron la expresión de sentimientos y emociones. Entre los ejemplos más notables se encuentra la nota dedicada al corredor dominicano de 400 metros con vallas Félix Sánchez, a quien describieron llorando «a lágrima viva…» cuando recibió la medalla de oro. En otros casos se visibilizó la «tristeza», el «cansancio» o la «decepción».

Las feminidades tradicionales, por su parte, se manifestaron en referencias a los estereotipos de belleza («…la espectacular jabalinista paraguaya Leryn Franco, sin duda mejor modelo que atleta…»), la colocación de la mujer en el ámbito privado y el no cuestionamiento del uso del velo o hiyab como imposición cultural del machismo musulmán.

Pero los aspectos más reiterados fueron el empleo de diminutivos y de construcciones que las muestran dependientes. No se asumieron igual los 22 años del judoca cubano Asley González, subcampeón de los 90 kg, que los de la nipona Haruka Tachimoto, titular mundial juvenil. Los méritos del villaclareño fueron resaltados sin demeritar ningún aspecto, mientras ella fue descrita como «la jovencita japonesa…».

Tampoco basta con que las judocas cubanas sean multimedallistas internacionales para dejar de ser vistas como «las muchachas de Ronaldo Veitía…».

Las feminidades emancipadas, mucho más visibles en el periodismo deportivo actual, fueron representadas en ambos medios de prensa con alusiones a mujeres independientes y destacadas en modalidades deportivas no tradicionales. Sobre este último tópico, mucho menos frecuente, destacan las referencias al levantamiento de pesas y la lucha libre para mujeres. Quizás el mejor ejemplo se explicitó en el siguiente fragmento: «Hoy, para realización de ellas –y admiración nuestra–, en lugar de circunscribirlas a las labores hogareñas, sentimos orgullo cuando una joven como la luchadora de libre Katherine Videaux toma por pedestal sus propios méritos…».

 

¿Letra machista ═ pensamiento machista?

En intercambio con los periodistas –todos hombres- facilitó el conocimiento de sus nociones sobre los temas de género. Dichas entrevistas permitieron constatar que en ambos periódicos la exploración de tópicos informativos relacionados con el género suele suceder por determinadas coyunturas y no como estrategia intencionada.

La totalidad de los periodistas consideraron necesario aumentar sus conocimientos sobre género, pero reconocieron no participar en talleres, cursos o posgrados de capacitación.

Apenas poseen nociones derivadas de la lectura de algunos textos y de las asignaturas recibidas en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

En general, se definieron la feminidad y la masculinidad desde las concepciones tradicionales y como elementos en contraste y excluyentes. Tales consideraciones encontraron correspondencia en el discurso, en el cual predominaron las referencias a las masculinidades hegemónicas y las feminidades tradicionales. Sin embargo, la cobertura también mostró variadas alusiones a masculinidades no hegemónicas y, sobre todo, de feminidades en tránsito, apenas explicitadas en las entrevistas. Así queda manifiesta la complejidad del tema y la necesidad de futuras indagaciones.

Mientras tanto, las masculinidades y feminidades representadas en la prensa siguen en juego.

Notas

* Periodista de la Editorial de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y miembro de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM).

2 Únicos diarios cubanos de distribución nacional.

3 La motivación por este tema surgió en los debates de la primera edición de las Tertulias Internacionales Interuniversitarias sobre Estudios de las Masculinidades, desarrolladas en 2012. Para tal empeño se tuvo en cuenta que los J.J.O.O. de Londres pasaron a ser (debían pasar a ser) un hito en la historia del deporte, pues los 204 países participantes incluyeron por primera vez deportistas mujeres en sus delegaciones. Ellas constituyeron el 46 por ciento del total de atletas, superior al 42 por ciento de Beijing 2008, una iniciativa promovida por el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Organización de Naciones Unidas (ONU), que declararon la cita británica como los «Juegos de la equidad».

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