Más de tres décadas han pasado desde que el feminismo inició su lucha en el campo del lenguaje, considerando a éste como un instrumento de poder. Aún hoy, persisten las explicaciones virtuosas y tesoneras que manifiestan que nada es casual ni ingenuo porque la invisibilización y la subordinación hacia las mujeres se construyeron también desde la lengua. Es que referirse al Sexismo Lingüístico es enfocar sobre «todas aquellas expresiones del lenguaje y la comunicación humana que invisibilizan a las mujeres, las subordinan, o incluso, las humillan y estereotipan»1.
El camino de este batallar no fue llano sino más bien sinuoso. En este sentido el profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, Álvaro García Meseguer enumeraba cuatro etapas que describen el recorrido de las feministas2 y su pelea por un lenguaje inclusivo:
1ª etapa: Se desconoce su existencia. No se detecta el sexismo lingüístico. Esta etapa ha durado en España hasta mediados de la década del setenta.
2ª etapa: Se descubre el sexismo lingüístico y su existencia comienza a difundirse en la sociedad. Esta etapa en España se ubica en torno a 1980.
3ª etapa: A mediados de los años 80, el feminismo intenta crear estrategias para combatir el sexismo lingüístico. Se publican recomendaciones al respecto.
4ª etapa: Es cuando se hacen patentes los inconvenientes que trae consigo el seguir las recomendaciones anteriormente mencionadas y se crea un conflicto entre dos bandos, quienes defienden esas normas y quienes las atacan. De manera simplista podemos decir que a los primeros les importa más la mujer que el lenguaje y que a los segundos les sucede lo contrario.
Es precisamente en esta última etapa donde reside uno de los argumentos que aún se utiliza para menospreciar la mirada crítica que el feminismo tiene sobre el lenguaje, desconociendo que este batallar es contender por la búsqueda de la igualdad y respeto hacia las mujeres. A la lucha por un lenguaje no sexista sí le importa las mujeres. En este sentido, la comunicóloga Pilar López Diez, sostiene que el lenguaje no sexista es necesario: «para nombrar lo que existe en la sociedad y así hacer visibles a las mujeres, por un lado, y para construir modelos de identificación que influyan sobre las generaciones futuras para erradicar la discriminación contra las mujeres y la violencia de género»3 .
También desde el lenguaje, el feminismo demostró el peso político de cada palabra, así es que tras muchos debates y estrategias se pudo decir femicidio y sostener que «los crímenes pasionales» no existen.
En este punto será valido tomar las reflexiones de Soledad de Andrés Castellanos, que sostiene que el sexismo sí está en las palabras; «está presente en los hechos, en las realidades cotidianas, en los derechos de los individuos y en las leyes, pero también en el lenguaje, también en las palabras. Y negarlo no va a contribuir a desterrarlo de nuestra sociedad. Otros profesionales deberán luchar contra el sexismo en otros ámbitos; los lingüistas y demás profesionales de la palabra deberemos también denunciar el sexismo lingüístico, y contribuir a corregir los fallos en estos espacios»4.
Entonces llamar a la violencia más extrema hacia las mujeres femicidio no es casual, y que los medios de a poco hayan incorporado esta palabra es una pequeña conquista en una selva plagada, aún, de desigualdades. Sin embargo, alguna vez una feminista poco esperanzada me advirtió que «quizás» esta utilización del término se debía no tanto al ingreso de las buenas prácticas en los medios, sino a que había dos posibilidades: primero adherir por la simple pose a un modo de decir «políticamente correcto» y segundo, su uso implica la economía de espacio para las rutinas periodísticas ya que resume en una expresión que implica dos vocablos: crimen pasional.
Quizá esa hipótesis sea cierta, más aún cuando recorremos otros elementos que hacen al encuadre general de una cobertura periodística. A menudo, las voces que ayudan a construir el relato de un femicidio terminan justificando al victimario, con diferentes expresiones: «…..es un vecino muy bueno y tranquilo». También las fotografías y sus epígrafes hacen de un femicidio puro sensacionalismo y, aunque no lo enuncien, dicen de otra manera que por amor se mata, que la pasión puede llevar al crimen.
Aunque recientemente en Argentina el femicidio fue tipificado (en noviembre de 2012) dentro del Código Penal, vale detenerse en el hecho que la palabra femicidio no fue utilizada en este avance legislativo. Aunque existe una sentencia judicial que si la utilizó, en agosto de 2012, es llamativo que en la instancia legislativa «los/las legisladores/as hablan de femicidio pero a la hora de sancionar la ley no utilizaron esta expresión para referirse al ilícito»5.
Todas, éramos todos
Las niñas y los niños y todas y todos son expresiones que hacen brotar urticaria a los defensores del uso «correcto» de la lengua. La militancia purista del lenguaje sostiene que estos desdoblamientos entorpecen y contaminan el castellano.
Sin dudas que este tipo de argumentos ignora que cuando el lenguaje no sexista enuncia un desdoblamiento es a sabiendas de que las palabras forman los pensamientos, porque se nombra para dar existencia a quienes históricamente han sido ocultadas y subordinadas.
A la vez que el lenguaje no sexista no se queda en el desdoblamiento -que la tendencia es que el desdoblamiento sea utilizado cuando no existe alternativa- sino que la meta es construir creativamente con las herramientas que nos da el lenguaje. Asimismo, nombrar (nos) en masculino es seguir en el encierro de la interesada estrategia política- cultural que nos contempló dentro de la palabra hombre. Y como bien afirma Marcela Lagarde, la palabra Hombre «no es una construcción lingüística sino filosófica y política, con la que se subsume la categoría mujer en la categoría hombre, y se desaparecen todos sus contenidos de especificidad humana».
No es casual, entonces, que la UNESCO6 a través de sus Resoluciones invite: «a adoptar, en la redacción de todos los documentos de trabajo de la Organización, una política encaminada a evitar, en la medida de lo posible, el empleo de términos que se refieren explícita o implícitamente a un solo sexo, salvo si se trata de medidas positivas en favor de la mujer».
La UNESCO también recomienda: «seguir elaborando directrices sobre el empleo de un vocabulario que se refiera explícitamente a la mujer, y promover su utilización en los Estados Miembros; y velar por el respeto de esas directrices en todas las comunicaciones, publicaciones y documentos de la Organización».
En Argentina, escuchamos los discursos de la presidenta Cristina Fernández que se dirigen a «los argentinos» y también a las «argentinas»; a la vez que escuchamos el saludo a todos y todas. Tras estas expresiones, vienen las acotaciones de un contra destinatario que argumentan que la utilización de las doblete es por puro populismo o ignorancia. Y de esto nace la repetición burlona de los medios y de un sector de la sociedad que, a través de la broma, pretende evidenciar la «desfachatez» de quienes tienen la soberana ocurrencia de cuestionar al lenguaje
Antes de este presente fue el presidente Juan Domingo Perón, cuyos discursos estaban destinados a «compañeros y compañeras«. No obstante las generaciones pasadas no recuerdan que las expresiones del General Perón hayan caído en la burla. Claro, ahora quien hace el desdoblamiento es una mujer que preside. Y una mujer en el poder no se concibe como lo natural sino que el poder y la política posee como sujeto original al hombre. Es decir, que una mujer está inmersa en una maquina giratoria en la que debe validar mil veces sus palabras y acciones. Entonces, quizás estemos presenciando una misoginia lingüística dirigida al género de la hablante.
Aun así, la percepción es de un lento y positivo progreso en la utilización de las formas inclusivas del habla. Resta que la Real Academia Española se flexibilice y mire lo que sucede en la sociedad, que en definitiva es la que construye el lenguaje. Y como el valor de cada palabra lo otorgan quienes hablan, será necesario crear estrategias para la aceptación plena del lenguaje no sexista. Porque de nada sirve que nos nombremos como: todas, ciudadanas y compañeras, si es que nos seguimos identificando con: todos, ciudadanos y compañeros.
Notas:
1 Extraído de: http://observatoriomedios.inmujeres.gob.mx/cafe/glosario6.html
2 García Meseguer, Álvaro. El español, una lengua no sexista. Disponible en : http://elies.rediris.es/elies16/Garcia.html
3 López Diez, Pilar (2012)¿Está la RAE a favor de la igualdad entre hombres y mujeres? -sobre el informe «sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer» López Diez, Pilar (2012) ¿Está la RAE a favor de la igualdad entre hombres y mujeres? -sobre el informe «sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer».
4 De Andrés Castellanos, Soledad (2001) Sexismo y lenguaje el estado de la cuestión: Reflejos en la prensa.
5 Chiaparrone, Norma. En: Acerca de la Tipificación del Femicidio — SEMlac. Nov. 2012
6 UNESCO: Recomendaciones para un uso sexista del lenguaje. Disponible en: www.ucm.es/cont/descargas/documento5681.pdf