A pesar de que muy pocas veces la historiografía del cine y del documental en Cuba recoge sus nombres, la mujer cubana ha estado presente desde diferentes facetas en la realización de estos géneros. La periodista Marta María Ramírez, en el artículo Mujeres directoras de cine: ¿Así de simple?, cita estudios realizados por especialistas que muestran como la primera mujer vinculada al cine en Cuba a Mirtha Portuondo. Portuondo dibujó en celuloide para un animado llamado El hijo de la ciencia (Santiago de Cuba, 1948).

Evelia Joffre es considerada como la única directora de este período prerrevolucionario, con una cinta realizada en 1950, titulada Rumba en televisión. Ya dentro del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la primera mujer en dirigir fue Rosina Prado, de origen español, que había venido a Cuba con su familia poco después del triunfo revolucionario. De esta última figuran títulos como Ismaelillo y Palmas cubanas, de 1962 y 1963, respectivamente (Ramírez, 2013). Para muchos especialistas, la labor más destacada dentro del documental cubano de los primeros años de la Revolución lo desarrolló Sara Gómez. Sus primeros trabajos se interesan en reflejar los cambios sociales que trajo consigo el triunfo revolucionario. Destacan títulos como Guanabacoa: crónica de mi familia (1966), Una Isla para Miguel (1968), Mi aporte (1972), Sobre horas extras y trabajo voluntario (1973), entre otras. Realiza cerca de dieciocho documentales y un largometraje de ficción: De cierta manera (1974), concluido por Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, pues ella falleció prematuramente. Otra de las mujeres que dentro del ICAIC destacan por llegar a la dirección documental, y además, por tratar temáticas de interés para las mujeres y reflejar la situación de subordinación y discriminación a las que muchas veces se veían sometidas, es Marisol Trujillo. Obras como Lactancia (1978), Mujer ante el espejo (1983) y Mujer junto al faro (1984), son algunas de sus realizaciones. Ya en los años 80 surgen otras directoras de cine, como la ya fallecida Mayra Vilasís, quien poseía una mirada feminista y además se dedicó a tratar temas relacionados con las mujeres, como asegura la crítica de cine y especialista en género Danae Diéguez en su artículo ¿Ellas miran diferente? Temas y representaciones de las realizadoras jóvenes en Cuba. Entre sus títulos sobresalen, entre otros, Cuerpos que yacen dormidos (1985), Esa mujer de tantas estrellas (1987) y Con Luz propia (1988) (Diéguez, 2012). Otras directoras de esta época dentro del ICAIC fueron Rebeca Chávez, Miriam Talavera e Irene López Kuchilán. Sería muy limitado referirse solamente a la producción de las mujeres documentalistas cubanas en el ICAIC cuando existieron centros como los Estudios Cinematográficos de las FAR y de la Televisión, que en esos primeros años de la Revolución destacaron por su producción cinematográfica y sirvieron de escuela a grandes talentos de nuestra documentalística. Sobresale en los años ochenta el segundo largometraje de ficción dirigido por una mujer en el cine cubano: Te llamarás Inocencia, de la realizadora Teresa Ordoqui, una película producida por los Estudios Fílmicos de la Televisión, en 1989.

De los Estudios de las FAR emergen mujeres hoy muy conocidas por su obra como Lizette Vila, quien ha dado visibilidad a temas prácticamente desconocidos en el audiovisual cubano hasta entonces; entre ellos la primera mujer infectada de VIH en Cuba; personas homosexuales, travestis, transexuales, discapacitadas, obesas, víctimas de cáncer, víctimas de violencia física, psicológica, entre muchos otros. Su obra ha cautivado a los espectadores por mostrar temas tan complicados desde la propia voz de las víctimas, desde los primeros planos, sin caer en errores tan reiterados como la revictimización de dichas personas. En su obra destacan documentales como Y hembra es el alma mía (1992), uno de los primeros que se adentra en la vida de transexuales y travestis, y La deseada justicia (2006), en el cual, por primera vez, mujeres cubanas cuentan a la cámara su historia como sobrevivientes de la violencia machista. También formada en esa institución está Belkis Vega, quien afirmó en una entrevista realizada por Danae Diéguez que “encontró menos prejuicio hacia las mujeres dentro de los Estudios de Cine de las FAR que en otras instituciones civiles de creación cinematográfica”. Vega comenzó a dirigir documentales en la misma época que Marisol Trujillo en el ICAIC y que Teresa Ordoqui en los Estudios Cinematográficos de la Televisión, pero como ella afirma, solamente era considerada y referenciada Trujillo por pertenecer al ICAIC. Ya en la década de los 90 destaca la película producida por el ICAIC Mujer transparente, compuesta por cinco historias que abordaban el tema de la mujer desde diferentes aristas; tres de los cortos que la conformaron fueron dirigidos por mujeres: Adriana, por Mayra Segura; Julia, por Mayra Vilasís, y Laura, por Ana Rodríguez. Es también en esta época cuando emergen otras realizadoras como Lourdes de los Santos, Gloria Rolando, Marina Ochoa o Gloria Argüelles. La investigadora y también realizadora Danae Diéguez asegura que esto tiene entre sus causas una de orden tecnológico como la llegada del video. Si bien no todas ellas traían una propuesta enfocada desde la perspectiva de género, el solo hecho de que se amplíe el diapasón de las mujeres documentalistas que llegan a la dirección ya es una conquista y un logro para las mujeres en el sector. “Aunque no todas poseen una mirada que discurse sobre lo femenino o en la que se descubra alguna indagación al respecto, el hecho de acceder a la dirección destaca una variante a tener en cuenta cuando se hace un análisis de la búsqueda de la equidad de género en el cine y el audiovisual cubano.”[1] En el 2009 la destacada documentalista Rebeca Chávez, quien también había incursionado en los cortometrajes de ficción, realiza su primer largometraje Ciudad en rojo. También Marilyn Solaya, quien había destacado por documentales dentro del ICAIC como Mírame mi amor (2002) y En el cuerpo equivocado (2010), debuta con un largometraje Vestido de Novia en el 2014. Actualmente, las nuevas generaciones egresados de la FAMCA, la EICTV y otras instituciones amplían con creces la producción de documentales realizados por mujeres. Algunas de ellas y de sus obras son Susana Barriga con Cómo construir un barco (2007), Patria (2007) y The Illusión (2008); Heidi Hassan y el documental Tormentas de verano (2008) y Daniellis Hernández con Extravío (2008), entre muchas otras. El grupo de Televisión Serrana ha dado la posibilidad a jóvenes documentalistas de desarrollarse en la dirección y sobresalen en este centro Ariagna Fajardo con obras como Luz en la sombra (2009) y Guárdame el tiempo (2013) por solo citar dos ejemplos. Otras jóvenes directoras de documentales son Ana Margarita Moreno, quien ha destacado por sus trabajos con enfoque de género vinculados a ONG´s con obras como ¿Los Machos? (2010) y Consecuencias (2015), e Ingrid León Vila con documentales como Mujeres… la hora dorada (2014) y Mujeres… el alma profunda (2015), ambos producidos por el Proyecto Palomas. Sin embargo, el hecho de que el número de mujeres en la dirección documental haya aumentado considerablemente es una gran conquista, pero no significa que todas estas hayan asumido, o asuman cada vez más sus obras desde una perspectiva de género. No se trata de que se aborden solamente temas feministas o de mujeres, para nada, pero sí que con independencia del tema a tratar haya una postura de equidad, igualdad y respeto.

“Sabemos que ser una mujer realizadora no implica necesariamente que la mirada y las representaciones asumidas indaguen en temas y sujetos que desmonten y /o cuestionen las relaciones arbitrarias de género. Tampoco implica que las mujeres tengan que narrar, mostrar historias asociadas a “lo femenino” y mucho menos que esas historias anoten un punto de vista que comprometa a la gramática audiovisual en un dispositivo de género marcado por una posición que desestructure formas tradicionales de lo simbólico.”[2] Pasando revista En el período comprendido entre la década de los 70 y la actualidad se aprecia una evolución en relación con el abordaje de las temáticas de género en los documentales realizados por mujeres cubanas. En un inicio (década de los 70 u 80) las realizadoras describían a través de sus cámaras las desigualdades, discriminaciones y subordinaciones por motivos de género, sin embargo, estas no lo hacían desde conocimientos teóricos, sino que reflejaban una realidad que existía y era necesario denunciar. En estas primeras décadas aparecen solo algunos nombres de mujeres en la realización documental; pero a partir de los años 90 y sobre todo en los 2000 el número de cubanas detrás de cámara aumentó considerablemente. El incremento fue posible gracias al avance de las tecnologías y el acceso de ellas a las mismas, la posibilidad de realizar proyectos independientes, coproducciones y la creación de más centros de producción cinematográfica en el país, entre otras. Algunas décadas atrás, hablar de mujeres cubanas en el cine era casi imposible. La mayoría de las que llegaban al sector cinematográfico eran encasilladas en roles de maquillistas, asistentes, editoras, productoras o guionistas, muy pocas, después de años en estos oficios accedían a la dirección. Actualmente esa realidad es diferente y pese a que aún persisten múltiples dificultades en ciertos espacios, las mujeres en la dirección documental aumentan considerablemente, llegando a ser mayoría en algunos escenarios.

 


[1] Diéguez, D. (s.f). Mi vida es un documental no filmado. Entrevista a Niurka Pérez. (Versión digital).

[2] Diéguez, D. (2014). Otras islas: las realizadoras jóvenes en Cuba. Recuperado de http://www.epoca2.lajiribilla.cu/articulo/7516/otras-islas-las-realizadoras-jovenes-en-cuba

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