El medio, ¿es el mensaje?

Tanto en una favela de las que bordean las playas de Río Janeiro, en Brasil,  como en la elitista Manhattan, en Nueva York, o en el populoso Alamar, en la Ciudad de La Habana, el televisor ocupa un lugar icónico en los hogares. De acuerdo a la cultura, las posibilidades económicas, los hábitos de uso y consumo, podrá ser de dimensiones casi de sala de cine o de apenas unas pulgadas, estar situado en un postmoderno mueble de diseño o sobre una humilde mesa, adornado con los objetos más kisth o incorporado a la decoración, desde la estética mínimal, aparentando ser una ventana más. Estará atravesado por todas las mediaciones culturales, pero omnipresente en la vida cotidiana como expresión de la centralidad de los medios en las sociedades del tercer milenio.

Desde el punto de vista de los contenidos, tal vez lo más significativo es que las barreras entre noticia y entretenimiento, entre periodismo y espectáculo se han borrado; pero la llamada industria cultural, ahora con dimensiones planetarias, continúa reproduciendo el patriarcado apelando a viejos modelos o reciclándose, en tiempos de discursos políticamente correctos. El sexismo signa los productos comunicativos en los llamados medios tradicionales y también en los nuevos soportes. La fibra óptica y el microchip han sido aliados en la amplificación, en tiempo real, de viejos estereotipos de lo femenino y lo masculino.

 

El impacto de las grandes transnacionales mediáticas tiene un profundo carácter homogenizador. La diversidad de culturas, etnias y proyectos de vida se diluyen en propuestas híbridas de fácil consumo. Ahí están los videos clips de Shakira interpretando la canción del mundial de fútbol de Sudáfrica: en primer plano la diva global, mientras las cantantes sudafricanas hacen el coro en un discreto segundo lugar.

 

Desde las primeras  investigaciones de académicas y comunicadoras feministas se denunció la misoginia de la publicidad, y en general, la violencia simbólica que los grandes medios ejercen hacia las mujeres. Tal vez, influidos por la Escuela de Frankfurt resultaban apocalípticos; pero era esa la tónica de los setenta.

 

En ese período, los paradigmas dominantes en los estudios comunicológicos se enfrentaban al análisis del poder de los medios, de las implicaciones que sus mensajes podían tener en las audiencias y, en particular, al auge de la televisión. Proliferaban la banalidad, los programas de concursos y debutaban los talks shows que han llegado a nuestros días en diversas modalidades. Desde posiciones críticas se satanizó el medio, haciendo una especie de simbiosis entre éste y el mensaje, entre soporte mediático y contenido. Epítetos como “caja boba” poblaron ensayos y artículos.

 

Las feministas plantearon la estrategia de crear medios alternativos, espacios propios, con formatos considerados más puros, y se fue estableciendo un entramado de radios comunitarias y publicaciones independientes de la corriente principal, que pudieran considerarse un antecedente de las actuales redes.

 

Nacieron agencias de noticias, suplementos impresos, espacios y emisoras radiales y hasta programas de televisión desde posturas feministas. Se pasó de la denuncia de los contenidos sexistas, a propuestas concretas de una comunicación incluyente, desde y con las mujeres. Algunas de esas experiencias resultaron sumamente exitosas y han perdurado en el tiempo; otras, no contaron con vías de financiamiento y quedaron truncas; muchas, desaparecieron poco a poco mientras otras nacían.

 

He podido ser testigo de esta evolución y constatar cómo, en la región, desde la investigación en género y comunicación y el ejercicio profesional periodístico se ha ido transitando por diferentes estadios, porque he tenido la posibilidad de participar, asumiendo diversas responsabilidades, en los nueve Encuentros Iberoamericanos de Género y Comunicación que se vienen celebrando en Cuba desde l993.

 

Otra vuelta de tuerca

 

Por ello, en esta novena edición, celebrada en mayo pasado, me resultó particularmente interesante constatar una tendencia, que se vislumbra creciente, a utilizar géneros y soportes tradicionales de gran consumo masivo desarrollados por las industrias culturales, pero con nuevos contenidos, una línea que Jesús Martín Barbero ha reivindicado en sus últimos trabajos.

 

El comunicólogo ha señalado: “La industria cultural necesita ser pensada de nuevo, particularmente en América Latina, donde empieza a haber una industria de los independientes en música, en teatro y en cine. Esta nueva industria cultural no puede decirse que sea un mero producto del mercado, aunque tiene que ver con él, porque no lo es; tiene muchas y fuertes contradicciones con el mercado”.[1] 

 

Las comunicadoras feministas, en mi opinión, han llegado a las mismas conclusiones que Barbero desde las tipificidades de su manera de hacer y que resumiré en una breve enumeración:

  • Implicación subjetiva y militante con los temas tratados,
  • Un conocimiento profundo de las audiencias, pues no existen barreras elitistas entre comunicadoras/es y receptoras/es o perceptoras/es de los mensajes,
  • La utilización de métodos de investigación cualitativos junto a los estadísticos que les permiten conocer, en todos los matices, las problemáticas tratadas,
  • La actitud consciente de asumir la realidad desde la perspectiva de género

Pudiéramos afirmar que han ido creando una especie de contracultura mediática que se caracteriza fundamentalmente por:

  • Visibilizar a las mujeres y sus problemáticas
  • Develar las causas y consecuencias de las construcciones tradicionales de género para la vida de las mujeres y de la sociedad
  • Profundizar en los procesos que construyen y reproducen la desigualdad
  • Ofrecer alternativas para modos de vida no discriminatorios, verdaderamente incluyentes y participativos
  • Brindar espacio a la voz, saber y sentir de las mujeres
  • Legitimar como fuentes periodísticas a las organizaciones de la sociedad civil y las académicas feministas

Las audiencias han sido, sin embargo, el fin y el desafío para esta contracultura mediática. Y aunque es cierto que existen experiencias como las de algunas agencias de noticias feministas que se han incorporado como referentes en los grandes medios, por lo general, las audiencias de estos productos comunicativos son pequeñas.

Teniendo pues a las audiencias como objetivo es que están naciendo estas alternativas que se suman a géneros comunicacionales masivos, con los cuales los públicos han establecido no solo la fidelidad del consumo, sino la complicidad del proceso de decodificación para proponer otra mirada a la realidad.

Me referiré a algunas de las experiencias socializadas en el IX Encuentro, con el riesgo de que esta resulte una aproximación parcial, así que agradeceré que toda persona que quiera compartir su propuesta me escriba.

La Asociación de Mujeres Comunicadoras de España (AMECO) presentó, a través de la ponencia de Cristina Fraga, un videojuego que, a diferencia de lo típico (violencia, misoginia y xenofobia) y utilizando los resortes, ya conocidos, de la trama detectivesca, aborda asuntos de la agenda de género como la trata de mujeres, la violencia machista y otros. Jara y David, periodistas de investigación: La otra cara de la noticia, utiliza una estética emparentada con el manga y podrá ser compartido on line pues se colgará en la página web de AMECO.

Por otra parte, utilizando Internet, una periodista feminista mexicana muy reconocida en la prensa impresa, Sara Lovera, asume el soporte de televisión con el programa Mujeres en movimiento, subvirtiendo el tradicional formato de entrevistas e incluyendo reportajes in situ de temas candentes como el feminismo árabe o los derechos sexuales y reproductivos.

En esta misma línea Mercedes Aguilar, del Ministerio del Poder Popular para la Mujer de Venezuela, presentó la experiencia de Protagonistas, un periódico que pretende mirar toda la realidad desde la perspectiva de género, y no utilizarla solamente en los llamados temas de mujeres.

La Editorial de la Mujer, por su parte, trabaja en una línea de diseño de fotonovelas, que sustituya los contenidos que promueven el edulcoramiento del amor romántico patriarcal que presenta a las mujeres como objeto del deseo de otro, por propuestas de relaciones de pareja equitativas. Corina Mora, de España, que ha participado en proyectos en América Latina, reivindicó la pertinencia de lo lúdico y el entretenimiento para abordar temas de salud con adolescentes.

Sin embargo, vuelven a ser los públicos los que sancionarán o no la validez de estas propuestas. Ese es el principio y el fin: lograr la palabra compartida.

 

A propósito del IX Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación, realizado en La Habana, del 25 al 28 de mayo de 2010.

* Periodista, feminista y académica cubana. Es una de las principales estudiosas de los temas de género y comunicación en su país. Dirige la Editorial de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y es miembra del secretariado nacional de esa organización. Es profesora de pregrado y postgrado en la Universidad de La Habana y ha impartido cursos en distintas universidades de países como México y España. Preside la Cátedra “Mirta Aguirre” de Género y Comunicación del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.



[1] Martín Barbero, Jesús.  Políticas de la comunicación y la cultura. Claves de la investigación. Documentos CIDOB. Dinámicas Interculturales; 11.  Barcelona 2008

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