Fotografía feminista en Cuba: el curso de un concurso

El quehacer fotográfico ha estado históricamente marcado por la prevalencia de la cultura hegemónica patriarcal. Esta ha sido una práctica que, a través del lenguaje artístico, ha reflejado la fuerza de un sistema de dominación machista que ubica a las mujeres, y a lo femenino en sentido general, en una posición de vulnerabilidad total en tanto les invisibiliza, excluye, ridiculiza y oprime haciendo alusión a lo tradicionalmente “bello”.

La foto no es sólo una imagen sino el resultado de un acto social que no puede entenderse de manera descontextualizada o desconociendo cuáles son las razones que le originan. Detrás de cada cámara hay una persona y en la imagen que capta y/o construye cobran sentido aspectos discursivos que suponen no sólo una ideología sino un posicionamiento respecto a los más diversos ejes de poder que atraviesan la realidad.

Cuando el sociólogo francés Pierre Bourdieu aludía al poder simbólico, llamaba la atención sobre estos elementos jerarquizantes que, de tan naturalizados, pasan desapercibidos para la mayoría. Según este autor, este poder “invisible” logra imponer significados e imponerlos como legítimos disimulando las relaciones de fuerza en que se fundan”.

La fotografía, como expresión cultural, constituye parte del andamiaje que usa este poder simbólico para desplegarse rutinariamente en la vida social. Como lenguaje codificado y decodificable, resulta una manera de representar la realidad y de entenderla de forma acertada o no respecto a los patrones de justicia y equidad. Por ello, pensar una obra fotográfica desde una perspectiva crítica remite necesariamente a la reflexión sobre la naturaleza de los símbolos discursivos que utiliza, las características del diálogo con la realidad que propone y en última, o mejor en primera instancia, su intención.

Debe entenderse que, el artista o la artista no siempre pretende legitimar el sistema social y cultural al que hacen referencia; puede que el propósito que persigue sea totalmente diferente y se trate de una propuesta que denuncie, rompa cánones y subvierta el orden imperante.

El curso de un concurso

El Concurso de Fotografía Feminista, una experiencia que arribó a su segunda edición el pasado mes de abril, se va instalando como una buena práctica en el quehacer feminista cubano. Esta iniciativa, organizada desde el espacio Circuito Líquido que gestiona Ada Azor, se construye con la intención de estimular la creación fotográfica con perspectiva de género en el país, ofrecer herramientas teóricas y prácticas que permitan develar el poder simbólico de la fotografía, intercambiar sobre la obra feminista de artistas que han denunciado al patriarcado desde obras que hoy pueden valorarse como icónicas, reconocer el quehacer fotográfico de algunas que, como Ana Mendieta, han marcado el camino. También busca potenciar una práctica fotográfica que cuestione la violencia simbólica en relación al género a partir de propuestas que no sólo intencionen la contemplación del mundo, sino su transformación analítica y renovadora.

Vale señalar que la dimensión de estas convocatorias rebasa los marcos temporales que se fijan en cada llamado, así como los límites espaciales de los espacios en que se producen los encuentros para sensibilizar, capacitar, intercambiar o premiar. El sentido educativo y constructivo que se teje desde este espacio va más allá; pues su meta, en última instancia, constituye el impulso educativo-creativo para repensar quehaceres artísticos y abrir las puertas a nuevas obras que dialoguen y sean expresión de la ideología feminista.

Por ello, cuando se alude a los logros de este concurso, resulta limitado referirse a los números o a la existencia o no de un/una artista galardonado/galardonada con el añorado premio; ya que el verdadero mérito se ubica en el plano de lo cualitativo y en los avances que en términos de sensibilidad y conciencia feminista se han logrado, aunque los números también demuestran el impacto favorable de esta iniciativa en el gremio de fotógrafas y fotógrafos de Cuba.

En relación al pasado año, esta 2da edición contó con un número superior de obras procedentes de los más diversos rincones del país. Los trabajos presentados develan la relación cultura patriarcal – cotidianidad no sólo en contextos citadinos, sino también en los rurales.

La mayor parte de las fotografías concursantes provocan el repensar de prácticas sexistas a nivel social e individual, a partir del uso de símbolos discursivos que ponen en tela de juicio valores y normas machistas que hasta nuestros días se presentan “inamovibles e incuestionables”. Presentan una estética que no siempre complace a los patrones seculares androcéntricos, sino que los devela, los denuncia, los cuestiona y en algunos casos ofrece alternativas para subvertirlos. Una parte importante de las obras presentadas utilizan recursos que rompen con lo tradicionalmente visto; dejan de tener centralidad sujetos artificiales, maquillados y “perfectos”, para cobrar protagonismo mujeres y hombres terrenales, que viven sus feminidades y masculinidades de las más diversas formas.

Otro aspecto a destacar es la variedad de temáticas abordadas, las cuales constituyen una expresión de la multiplicidad de inequidades sociales asociadas al género existente en el país. Entre las problemáticas abordadas destacan: la violencia de género, las consecuencias psicológicas y sociales del aborto, las diferencias entre ideal y práctica de la maternidad, la maternidad adolescente, la falta de legitimidad social y jurídica del matrimonio gay, los tabúes en torno a la masturbación femenina, la sobrecarga de las mujeres en relación al cuidado y las labores domésticas, las nefastas consecuencias sobre la salud y autoestima de las mujeres de los modelos tradicionales de belleza, la vejez, la división sexual del trabajo y las trabas visibles e invisibles que encuentran quienes se insertan en oficios no tradicionales, aspectos diversos relacionados con la identidad sexual y de género, los obstáculos de las mujeres para vivir a plenitud su sexualidad, y la cosificación de la mujer, entre otros.

Resultó interesante también la creatividad de los autores y autoras en torno a los títulos de las obras y síntesis acompañantes en cada propuesta, en tanto facilitan la comprensión de los motivos que provocaron el quehacer y objetivos diversos de las imágenes.

El grupo de artistas se caracterizó por su diversidad, no sólo respecto a sus trayectorias profesionales, quehaceres artísticos, edades, territorios de procedencia. También fue reveladora la participación de un número considerable de fotógrafas jóvenes; pues aunque se sabe que la presencia de mujeres al otro lado del lente no garantiza per sé que la propuesta sea de naturaleza feminista, la incursión de ellas supone un cambio en el modo de acercarse al mundo a través de la fotografía y la paulatina transformación de un gremio que hasta nuestros días ha permanecido masculinizado.

En relación a la tenencia o no de herramientas para aproximarse a la sociedad desde la perspectiva de género, se debe señalar que no todas las personas concursantes mostraron igual dominio. Algunas fotografías fueron ejemplo de la ausencia de recursos para romper con patrones sexistas que conllevan a la presentación de una imagen en la que, quizás con la mejor de las intenciones, se siga presentando a la mujer como objeto de contemplación o belleza, se utilice el desnudo para agradar la mirada de quien busca placer en una obra que debe denunciar las complejidades y problemas asociados a ofrecerlo o a sentirlo por parte de ellas o se recurra a la domesticidad como única alternativa para cuestionar el modo y la magnitud en que el sistema de dominación masculino les afecta. Por otra parte, algunas propuestas denotan la repetición de recursos en relación al modo de hacer de artistas que le preceden, un hecho que limita la expresión de la originalidad y creatividad buscada.

Sin embargo, se pudo observar el impacto de la formación en temas de género en la obra de fotógrafas y fotógrafos que ya contaban con un recorrido en este sentido, incluso en la participación en el espacio “Fotografía en clave feminista”, desarrollado durante la primera edición de este concurso. De ahí que este año se decidiera repetir la experiencia. El encuentro tuvo lugar los días 5 y 6 de abril en la sede del Palacio del Segundo Cabo de la Habana Vieja y contó con la presencia de actores múltiples.

Una peculiaridad del encuentro fue la extensión de la convocatoria a gestores culturales, artistas y profesionales de la fotografía procedentes de comunidades habaneras periféricas, de varios municipios del centro de La Habana. Abrir la participación en ese sentido condujo a que la riqueza de este II Encuentro no se limitara a sensibilizar en temas de género e impulsar un nuevo modo de hacer fotografía desde el feminismo; pues los debates que se produjeron sobre machismo, equidad social y justicia de género, ayudaron a la comprensión de la connotación política e ideológica del arte feminista y al cambio de mentalidad de talleristas que anteriormente no reconocían las brechas existentes entre determinados grupos sociales para participar en el quehacer artístico y/o disfrutar de él.

Para el próximo año el equipo gestor de este certamen ha identificado algunos desafíos. Entre los mismos destacan: la necesidad de hacer más extensiva la convocatoria para que llegue a todos los rincones del país, la importancia de realizar el espacio del mentoring (asesoría y consultoría) en temas de género y fotografía antes de que cierre el plazo de admisión de las obras y la pertinencia de contar con un espacio, no virtual, que facilite la exhibición de las obras que con mayor nitidez expresan la esencia de este Concurso de Fotografía Feminista.

Por último me gustaría comentar que participar en este certamen ha sido una experiencia muy gratificante y enriquecedora en lo profesional y personal, no sólo por la posibilidad de intercambiar con artistas y expertas en esta área del saber; sino por la oportunidad de observar y apoyar la gestión artística y cultural de este concurso que, por su impronta, quedará plasmado en la Historia del Arte feminista en Cuba.

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