Los medios de comunicación masiva resultan portadores de orientación y encierran en sí mismos un gran poder. Convendría entonces reflexionar sobre si pudieran convertirse en una amenaza desde este punto de vista y, en primer lugar, para quién: ¿para el orientador o el orientado?
Con la idea de razonar sobre el papel de los/as orientadores/as en el contexto de los medios de difusión masiva, comienzo compartiendo algunas premisas básicas:
1- El concepto de elaborado de «fantasma» pudiera servirnos como metáfora de análisis. En casos como el mío, que desempeño un rol de comunicadora social y orientadora en los temas de sexualidad y género en varios programas de la televisión cubana y algunas secciones de la prensa impresa, pudiera pensarse que existe cierto temor de que lo analizado, ya sean temas o respuestas a inquietudes, llegue a convertirse «en una amenaza de un riesgo inminente». Esto puede relacionarse con las creencias de que abordar un tema polémico o poco tratado en los medios deriva en una incitación o contagio del mismo, idea que no comparto.
2- Cuando me refiero a las pantallas no solo se incluye el cine y la televisión, sino también los medios electrónicos como Internet, cada vez con más auge. Grohol (Bermejo, A. 2001), un pionero en el uso de estos servicios en el campo de la salud mental, describe el continuo de intervenciones psicológicas profesionales por este medio, que van desde un consejo, la video-conferencia y el asesoramiento por páginas de consulta digitales, entre los más conocidos.
3- Es necesario reflexionar sobre lo difícil de conceptualizar la orientación. Me adscribo a lo planteado por el sicólogo cubano Manuel Calviño (2000), quien la define como «un área de intervención y acción profesional del psicólogo, que ha ganado mucho espacio en diferentes modalidades y dimensiones (…) La orientación psicológica es personal, una relación de ayuda profesional que se realiza entre un especialista (usualmente psicólogo), que denominamos orientador, y un demandante, orientado en una situación específica sobre un problema y durante un período determinado, con el objetivo de facilitar las acciones más prudentes del demandante en el contexto de toma de decisiones, vinculado a un problema para el cual el demandante no tiene posibilidades de solución».
Desde este punto de vista notamos lo complejo del tema de la orientación a través de los medios y la necesidad de que esta sea desarrollada por especialistas. De no ser así, podría traer consecuencias negativas para la solución o afrontamiento de los conflictos que el o la demandante solicita. Este «poder» del orientador debe ser bien concientizado, más cuando su labor se dirige a grandes grupos poblacionales a través de los medios.
Hay que tener en cuenta que no existen «reglas de oro» para la orientación y que las ideas que se promuevan deben ser transmitidas buscando no dictar parámetros ni conductas, pues las decisiones son personalizadas. Solo podemos brindar elementos de enriquecimiento y alternativas de reflexión.
4- He desarrollado mi acción fundamental en los medios a partir de los temas de género y sexualidad. El género es entendido como la construcción simbólica de todo lo que se le atribuye al sexo (permisos, normas, atribuciones), aparentemente natural o no, que provoca que las sociedades se encarguen de velar y hasta «castigar» a las personas que no cumplan con estas normas. Esto se puede percibir desde edades tempranas cuando se va educando a nuestros niños y niñas en el mundo «azul» vs «rosado», lo mismo que otros modelos de heterosexualidad homogénea y normativa que muchas veces se siguen imponiendo.
Todos estos elementos debemos recordarlos en nuestras acciones y desarrollar un verdadero enfoque de género para, a través de esta categoría, articular saberes que han estado separados desde diferentes concepciones y disciplinas. Debemos entenderlo como un fenómeno multicausal ya que, cuando se trabaja desde este enfoque, se incluye lo biológico, lo psicológico, lo social, cultural, entre otros aspectos. Implica construir una nueva hipótesis desde una perspectiva más amplia y compleja, lo que significaría reinstalar el conocimiento por uno más versátil y menos rígido. Pero, tengamos cuidado, pues muchas veces se ha incurrido en una banalización del concepto de género, especialmente desde los medios de difusión masiva, cuando se plantea asumir esta perspectiva sin una base real.
Es necesario seguir abordando temas como la violencia de género, pero sin encasillarnos en los mismos aspectos. La violencia no solo es la física, sino que también es sexual y psicológica. Por otra parte, se debe incluir en el trabajo desde los medios a grupos vulnerables como las niñas y las mujeres de la tercera edad. Estas últimas suelen ser obligadas por sus parejas a tener relaciones sexuales para cumplir «el deber» de esposa, sin la preparación afectiva y erótica necesaria a cualquier edad, pero mucho más en esta. Asimismo, podemos hablar sobre el derecho al placer de la mujer longeva, incluyendo la autosatisfacción, temas que prácticamente permanecen silenciados.
Los estudios de género han promovido un paradigma de desarrollo humano con el objetivo de cerrar la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres, y no de acentuarla, como muchas veces ocurre. Debemos tener en cuenta las modificaciones lentas de la sociedad, la familia y la pareja, pues aunque se dicten leyes muy revolucionarias el proceso de asumir los cambios es pausado. Con relación a los temas de sexualidad, se constata que los hombres contemporáneos no han cambiado con la misma rapidez que las mujeres. Sin embargo, también sufren las desigualdades y prejuicios, de ahí que los/as orientadores/as debemos ser cuidadosos/as para no caer en posiciones de identificación de nuestras luchas de género y, al final, portar actitudes machistas.
5- Al hablar de sexualidad estamos abarcando un fenómeno más complejo que el concepto de sexo: incluimos género, orientación sexual, roles, entre otros aspectos. La sexualidad es parte esencial de la vida de cada hombre y mujer. Es una realidad compleja en la que se interrelacionan tres dimensiones: la biológica, la psicológica y la social. Estas incluyen desde la reproducción y el acto de brindar placer erótico y espiritual, hasta el contexto social en el que se desarrollan el individuo y la pareja. Cuando se dice que la sexualidad se integra al yo individual se alude al hecho de que cada hombre y mujer es un ser biológicamente sexuado, con identidad de género y, por tanto, proyecta así su masculinidad o feminidad. Esto es lo que constituye su carácter personalizado como propiedad esencial de la sexualidad, cuyo desarrollo y expresión se relaciona con el resto de las dimensiones existenciales: individuo, pareja, familia y sociedad, a través del proceso de socialización (Torres, 2007).
Ahora bien, el lugar de crecimiento y expresión plena de la sexualidad es la pareja. Ella representa el sitio de encuentro de un sujeto con el otro en el campo de las relaciones afectivas, eróticas, de comunicación física y espiritual. Es un sistema dialéctico donde cada miembro conserva su identidad sin renunciar a sí mismo por ese vínculo.
Ahora, en el contexto de las relaciones interpersonales, la familia constituye el primer espacio donde se construye la sexualidad. Es el filtro que mediatiza las influencias de la cultura sobre el ser humano a lo largo de toda su vida; donde se potencian la comunicación humana, los lazos emocionales y se reproduce la vida a través de la descendencia.
Por el contrario, la sociedad es el más amplio contexto en el que el ser sexuado interactúa y se comunica, según su identidad de género; es la dimensión donde la persona adquiere normas, valores y patrones culturales predominantes, a partir de los cuales la familia y todos los agentes de socialización conforman, educan y evalúan la sexualidad de cada persona. (Torres, 2008)
Además de tener en cuenta las dimensiones en que se expresa la sexualidad es necesario hacer referencia a los procesos que la componen. Así, la sexualidad es la unión sistémica de componentes psicológicos que tienen como núcleo integrador la identidad de género, puesto que en la base de este importante proceso se encuentra un conjunto de conceptos, motivaciones, valores, sentimientos, actitudes y capacidades que matizan toda la vida personal y social del ser humano.
De todo lo anterior deriva el hecho de que, si es necesario un sentido integrador del concepto de sexualidad, en su abordaje para la orientación de inquietudes y conflictos que se derivan de ella también es preciso un enfoque con esas características.
6- Por último, debemos tener en cuenta cuál es el canal a través del cual realizamos nuestro trabajo de orientación. En este caso los medios de comunicación, sin llegar a tener la facultad de transmitir a las personas cómo deben pensar, consiguen imponer sobre lo que hay que pensar, o sea, tienen un poder de agenda. Los medios cumplen entonces, junto con muchos otros factores como la familia y la escuela, el papel de agencia formadora de valores humanos en la sociedad, de constructores de sentidos. Ello implica la producción y reproducción de valores, principios y normas sociales, lo cual genera una educación informal determinada por la acción constante de difusión informativa para su público. En tal sentido son agentes educativos que expresan conocimientos y valores desde una cultura. El efecto agenda se concreta cuando las personas comentan en diferentes contextos lo que se expresa en los medios. Por ejemplo, el tema de la homosexualidad, abordada recientemente en varias telenovelas cubanas , se convirtió en asunto de discusión y reflexión en el marco de la familia, instituciones educacionales, laborales, reuniones de amigos, entre otros espacios de encuentro.
Ventajas y desventajas
Ahora habría que preguntarse si siempre los medios contribuyen positivamente. La respuesta es evidente: no siempre. Detallemos aquí algunos puntos de atención al respecto:
– A veces se habla de salud de forma improvisada y sin datos precisos, lo cual implica que se generen dudas y expectativas erróneas debido a que los/as orientadores/as deben percatarse de que no son especialistas en todos los temas y por tanto requieren profundizar en algunos o buscar voces expertas en la materia.
– Debemos atender la tendencia de los medios a difundir «representaciones sociales», que son las creencias arraigadas dentro de una sociedad ante las cuales se han generado actitudes positivas o negativas. Por ejemplo, la idea de que el VIH/sida solo se transmitía entre los homosexuales o personas promiscuas, prostitutas y drogadictos fue muy extendida, de ahí la necesidad de que los espacios mediáticos que se acerquen al asunto, aunque sean de entretenimiento, puedan ser asesorados por especialistas, sin perder la capacidad de distraer.
– Las campañas de salud son acciones preventivas anticipatorias que inciden en el debate público. Sin embargo, los espacios masivos de comunicación transmiten la mayoría de las veces mensajes no formales que encierran un significado contrario, o confuso. Las campañas sobre el uso del condón para evitar las infecciones de transmisión sexual (ITS) y el VIH/sida manejan muy pocos mensajes atractivos sobre el uso del preservativo.
– La información es un elemento de cambio que orienta la acción y precisa de una asimilación eficiente; pero vale cuidar el exceso de información que satura y provoca incertidumbre. En las mismas campañas de prevención de las ITS en Cuba el tema de la diversidad sexual ha generado un debate público por lo cual es necesario difundir una información equilibrada, teniendo en cuenta no solo lo que se dice, sino cómo se dice, cuánto se dice y la necesidad de hacerlo bajo un enfoque abierto, democrático y de respeto a los diferentes puntos de vista.
El trabajo de orientación en los medios debe ser consciente del poder de los mismos, pues se presentan como aparatos que penetran en el lenguaje comunicativo cotidiano. Ello puede traer consecuencias, entre las que se incluye la transmisión de contenidos de una cultura moderna en estereotipos neutralizados y «aseptizados».
Sobre la labor de orientación sería recomendable recapacitar acerca de las siguientes ideas:
- No olvidar nuestros propios prejuicios como orientadores/as.
- No brindar fórmulas ni recetas, sino ayudar a pensar, a crear inquietudes.
- No usar un lenguaje extremadamente técnico, pero tampoco simplista, pues la idea es ayudar a educar.
- Presentar racionalmente temas tabúes y poco tratados, sin evadirlos.
- Desarrollar la motivación en los y las participantes, aspirando a la amenidad.
- Dar posibilidad a múltiples alternativas de solución de los problemas que enfrentan usuarios/as.
- Expresar necesidades concretas para el público, por lo que se deriva el conocimiento de las características de la teleaudiencia en el caso de la TV. Esto aporta los temas que requieren ser abordados, estado de opinión de la población, entre otros, lo que se logra con el apoyo de llamadas telefónicas, el intercambio de correos electrónicos y postales, entre otras vías de retroalimentación.
- Ofrecer a los y las participantes la posibilidad de jugar un rol activo en la construcción de sentidos, lo que implica brindar una visión lo más problémica, dialógica y plural posible de los temas abordados.
Lo anterior conduce a distinguir algunas ventajas y desventajas de la labor de la orientación en los medios de comunicación masiva. En cuanto a los aspectos positivos pudiera destacarse una mayor facilidad para el usuario/a de acceder a ser orientado/a, puesto que no tiene que desplazarse a instituciones de salud cuando la información entra desde la pantalla en su propia casa o centro de trabajo. Por otra parte, beneficia a personas que de otra forma no tendrían posibilidades de acercarse a una terapia personal y facilita la consulta anónima, sin comprometer al o la demandante a revelar problemas que le resulten difíciles, por lo que se convierte en una vía de autoayuda. Entre los inconvenientes de este tipo de orientación sexual notamos que se pierde el contacto emocional del «cara a cara» y complejiza el tratamiento de problemas o necesidades concretas, pues se abordan aspectos generales que tocan a un grupo numeroso de la población.
Con lo anterior colegimos la necesidad de desarrollar una estrategia de comunicación coherente para potenciar el crecimiento de los temas sobre sexualidad con una perspectiva de género en los medios de comunicación, pero con la debida mesura. No se puede perder de vista la responsabilidad que adquiere el/la orientador/a en los medios, pues su «poder» es para la ayuda y no para el aprovechamiento personal. Los medios masivos son una alternativa de orientación sexual pero no la única, pues cada problemática y persona presentan una necesidad especial.
Bibliografía:
– Bermejo, A. (2001). Valoración y aplicación de la terapia psicológica vía Internet.
– Interpsiquis 5, 3. Disponible en Psiquiatria.com. Fecha de acceso 28/5/2001.
– Calviño Valdés, M. (2000). La Orientación Psicológica. Esquema referencial de alternativa múltiple. Editorial Científico Técnica. La Habana.
– Torres Rodríguez, B. (2006). Hablemos sobre sexualidad. Inquietudes más frecuentes sobre el amor, la pareja y la sexualidad. Editorial Científico Técnica.
_______________. (2008). Sexualidad en la adolescencia. Amiga o Enemiga. Editorial Científico Técnica. ISBN 978-959-05-0534-8
– Moya Richards, I. (2010). El sexo de los Ángeles. Una mirada de género a los medios de comunicación. Publicaciones Acuario. La Habana.