A partir de esta pregunta-problema pretendo compartir algunas reflexiones sobre el fenómeno del sexismo, o sus insinuaciones, en el espacio televisivo cubano dedicado a los públicos juveniles. Es necesario precisar, en primer lugar, que el análisis no corresponde a toda la programación destinada a la adolescencia, pues se tornaría demasiado extenso para esta publicación. Me referiré por tanto al programa Conexión en su etapa de verano, de nueva factura, por estar dirigido a este tipo de audiencias y tener alto rating de recepción.
Conexión es un espacio televisivo con cierta estabilidad desde hace varios años dentro de la programación nacional, que posee una finalidad fundamentalmente educativa y de orientación. Se transmite todos los miércoles por el Canal Tele Rebelde, en el horario de 6:30 p.m a 7: 30 p.m, y desde julio ha cambiado su formato con motivo de la temporada estival. Por lo general, el programa se graba en un estudio, pero en la lógica actual se suman filmaciones en exteriores, dentro de ambientes vinculados sobre todo a la playa, o relacionados con la etapa vacacional.
Sus características parten del esquema de los denominados shows de participación. Es conducido por un actor que se encuentra en constante diálogo con las y los invitados, y se acompaña de momentos musicales protagonizados por solistas, grupos o Dj´s. Básicamente, se discuten tópicos específicos tales como la infidelidad, la confianza en uno mismo, las relaciones de pareja, la amistad, entre otros, siempre propuestos por el presentador. A partir de la definición del tema, se eligen algunas personas del público, casi siempre alrededor de seis, distribuidas de acuerdo al sexo: tres hembras y tres varones. Con este subgrupo se crea una situación hipotética a partir del asunto elegido, en la cual cada integrante tendrá un rol específico dentro de la improvisación escénica. A la par que la escenificación transcurre, se seleccionan una o dos personas para los roles de juez -casi siempre varones- teniendo en cuenta el comportamiento de los personajes del relato inventado. Finalmente, se realiza una discusión de lo sucedido, con el objetivo de obtener un aprendizaje sobre el tema en cuestión.
Antes de pasar al análisis de una de estas emisiones resulta necesario hacer referencia al concepto de sexismo, y establecer claramente su relación con el enfoque de género para poder entender con más precisión el fenómeno al que nos estamos acercando.
Género y sexismo
Una definición muy extendida es aquella que entiende al sexismo como la discriminación de un sexo apartir del supuesto de que es inferior a otro. Aunque muy elemental, permite reconocer que, además de a las mujeres, el sexismo puede afectar a transexuales, intersexuales, e incluso a los hombres, al menos aquellos fuera de la norma de la masculinidad hegemónica.
Desde un punto de vista fenomenológico, el sexismo se hace presente a la consciencia de varias maneras, una de ellas como violencia ideológica -sistema de creencias que, en este caso, atentan contra la finalidad autopoïetica de los seres humanos-. En este sentido, el sexismo puede entenderse “como una forma de estar en el mundo que implica un emocionar de miedo frente a la otra o al otro, de género diferente, a partir del cual emerge una manera de pensar y actuar destinada a definir la relación con ella(s) o con ello(s) en términos de control, dominación y/o exterminación”1.
Dentro de la teoría de género, el tema del sexismo es un área de análisis bastante revisada. En el caso que nos ocupa en el presente trabajo -el ejercido contra las mujeres jóvenes- resulta inevitable analizarlo desde esta perspectiva, lo cual nos lleva a definir el término género y, obligatoriamente, el sexo.
Como precisan estudiosas y estudiosos de este campo, el sexo está biológicamente determinado, es decir, se nace macho o hembra. En cambio, el género está social y culturalmente condicionado. Se nace hembra y se aprende a conducirse como mujer; se nace macho y se aprende a comportarse como hombre. “En este proceso de aprendizaje, se adquieren y asumen las cualidades o atributos precondicionados por la sociedad sobre la base de la separación y diferencias de género”2.
Cada cultura establece un conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que atribuyen características específicas a mujeres y a hombres. Esta construcción simbólica condiciona la conducta objetiva y subjetiva de las personas. O sea, mediante el proceso de constitución del género, la propia sociedad construye las ideas de lo que se supone es «propio», innato”, “característico» de uno y otro sexo. Los géneros femenino y masculino tienen asignados determinados roles, ocupaciones, valores y deben seguir patrones de conducta que, en realidad, son estereotipos instaurados en el imaginario social, cuyo desarrollo corresponde al proceso de conformación de la sociedad occidental patriarcal. Así, la mujer se asocia con la debilidad, la delicadeza y la pureza; mientras que el hombre supuestamente tiene que ver con la fuerza, la rudeza y la actividad, por tomar solo algunos rasgos comúnmente aceptados.
La idea esencial que se quiera apuntar con el concepto de sexismo es que, a través de este, se justifican y mantienen las jerarquías entre las personas de diferente sexo. En este proceso, construido a lo largo de la historia, el sexismo ha jugado y juega un papel poderoso y propicia la naturalización de las inequidades.
El otro aspecto conceptual de necesaria atención es el término joven. Como mismo no es idéntica la vivencia de ser hombre o mujer, esta se singulariza más desde el punto de vista generacional. Otras creencias, mitos y estereotipos corresponden a los distintos momentos de la vida de los seres humanos. Hay que atender por ello a la imagen de jóvenes que en este tipo de programas televisivos se proyecta, y si se están reproduciendo o no estereotipos de naturaleza adultocéntrica, al mismo tiempo imbricados con prejuicios de género.
De esta manera se quiere atravesar la mirada de género y la generacional en la reflexión propuesta, posible de profundizar con estudios posteriores.
Conectando con la infidelidad
Tomemos como ejemplo ahora una emisión bastante reciente de Conexión. El programa, como aclaramos antes, se propone contribuir a la socialización de los más jóvenes proponiendo el debate de determinados tópicos asociados a valores y a la etapa de la adolescencia. Se hace este señalamiento porque, a partir de la idea rectora, podremos pensar qué modelo(s) de mujer y hombre se está proponiendo a las nuevas generaciones y qué estereotipos de género se siguen reproduciendo.
La edición estudiada abordó la infidelidad vinculada con la relación amistosa, un tema muy pertinente según el prisma que nos ocupa. Para ello, el conductor del espacio propuso la situación de un joven que se enamora de la novia de su amigo. Durante la representación improvisada, los varones actuaban y conversaban, mientras la muchacha era solo observadora. Ella intervino solo para tocar el piano, mientras el protagonista la contemplaba sintiéndose cada vez más entusiasmado. Luego, con la intención de complicar un poco más el conflicto hipotético, el animador sugirió que la muchacha también se sintiera atraída por el amigo de su pareja, aunque esta idea no tuvo continuidad.
Me parece importante señalar, hasta aquí, que en la historia planteada los dos extremos del triángulo amoroso son masculinos, y en el centro se encuentra la muchacha, lo cual no debe tomarse como algo casual. ¿Significa lo mismo en la sociedad patriarcal un triángulo amoroso entre dos hombres y una mujer, que entre dos mujeres y un hombre? La imagen común en los relatos artísticos -revisen rápidamente libros, películas, obras de teatro-, es la pugna entre dos hombres por ella.
Las opiniones que ofrecieron los participantes como público en el set funcionan como indicador del por qué lo anterior se ha convertido en una generalidad, una expresión clara del machismo. De forma unánime las jóvenes dijeron que esa situación no podía continuar, que la amistad está por encima de cualquier tipo de amor, que para ellas el novio de la amiga no se considera objeto de deseo. Este hombre representa, por tanto, una zona prohibida para el género femenino que, de ser violada, traería consecuencias terribles como la pérdida de la amistad, al parecer, con un lugar mucho más alto que el amor en la jerarquía de valores de las concurrentes.
¿No es entonces legítimo que las mujeres sientan atracción por un hombre comprometido? La moralina bajo la cual se educa a las hembras hace que traten de expresar lo “correcto”, en este caso, no desear al novio de la amiga.
Debe recordarse aquí que los patrones de socialización juegan un papel en la definición de estereotipos. ¿Con qué calificativo nombraría la sociedad a aquella mujer que desee, y peor, declare el deseo por el novio de una amiga? No es casual que ninguna expresara su acuerdo, en caso de encontrarse en esa situación.
Todo lo contrario pasa con los varones. Estos, al emitir su evaluación sobre el posible triángulo, expresaron que para ellos constituye una situación bastante natural, en la que todos se veían, o que podía sucederles. ¿Qué es lo que pasa? Las muchachas anulan el deseo; es moralmente incorrecto para ellas y se puede correr el riesgo de ser estigmatizada como “impura”, fácil”, “puta”. Para los varones, por otra parte, resulta algo común y natural encontrarse en esa situación y puede ser un plus para su masculinidad. Un prejuicio pesa sobre la mujer: la mujer deseante, socialmente mal vista, y más si con ello sigue la infidelidad.
Existe un término dentro de la crítica feminista cinematográfica que nos ayudaría a profundizar un poco más: la mirada masculina. Esta idea propone que dicha mirada tiene lugar en tres espacios-tiempos relacionados: en la historia narrada por el filme, en la mirada del público, y en la mirada de la cámara del filme. El último elemento no será contemplado en el análisis, pues no se está en presencia propiamente de ninguna obra creativa.
En el primer espacio-tiempo, historia narrada por el filme (que se refiere a cómo se ven los personajes, cómo y dónde se sitúan, cómo se comportan), encontramos lo usual: la mujer es mirada por el hombre, es convertida en objeto de la mirada. El pulso de esta microhistoria la van llevando dos varones. Ellos hablan, actúan, tienen un conflicto que contar, la observan una y otra vez, mientras que la chica sólo permanece como testigo mudo, no habla, no toma parte activa, no decide nada, no entra en la situación dramática. Se anula así la subjetividad de la muchacha y se sublima su condición física y sus “virtudes”, entre ellas el silencio.
Resulta bastante obvia la operación de cosificación que se está produciendo. La mujer solo puede existir como objeto de deseo, como gratificación de la mirada masculina y se mantienen los estereotipos que presuponen al hombre como la parte activa, como el sujeto.
En el segundo espacio-tiempo, la mirada del público, el conflicto que desde allí se trató de solucionar fue el de los varones. ¿Qué piensa la muchacha envuelta en el dilema? A este elemento no se le prestó atención. ¿Tiene algo que decir ella sobre la situación? Al menos en el programa Conexión parece que no.
Atendiendo a estas rápidas ideas, podríamos preguntarnos si son esos los contenidos, en cuanto a género supone, que se desean transmitir a los más jóvenes desde la televisión. Seguramente pensamos que no. Los estereotipos sexistas siguen arraigados en la cultura y sociedad cubanas y los mecanismos por medio de los cuales se transmiten son profundos y, en muchas ocasiones, demasiado sutiles. Así como la familia, el entorno y la escuela deben jugar un papel importante en la erradicación de la discriminación, los medios de comunicación masiva tienen una importancia central en eliminar un problema que afecta principalmente a las mujeres. La superación de dichos estereotipos es una necesidad; construir una sociedad realmente humana y una condición insoslayable desde el punto de vista político.
Notas:
1 Barudy Labrin, Jorge. El sexismo como violencia ideológica: sus efectos en las personas, las familias y los grupos.
2 Vilasis, Mayra. Por una mirada divergente. Revista Temas, No. 5. 1996, pág. 47
*Fabián García Luna
Licenciado en Sociología, Universidad de La Habana, 2007. Especialista del Grupo de Estudios sobre Juventud del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS). Participó en la más reciente investigación “La juventud de Ciudad de La Habana: conformación de la identidad”. Actualmente trabaja en una investigación sobre el proceso de socialización de valores en la juventud. Los principales temas que trabaja son identidad juvenil y participación política. Artículos suyos aparecen en varias revistas y publicaciones digitales.
bien por tí, la televisón cubana está llena de esas manifestaciones de sexismo y discriminación, es lamentable que ese producto que consumimos a veces inconcinetemente este saturado de ese matiz y que la reproduccion de esos estigmas se vuelva cada vez más común entre lo jovenes.