Acaba de ocurrir hace muy poco: la transnacional productora de zapatos MD se vio obligada a retirar una propaganda con el lema «Están de Muerte», que puso a circular en toda Centroamérica, donde concentra sus ventas.
Organizaciones y periodistas que trabajan con perspectiva de género asociaron sus fuerzas, denunciaron el disparate y consiguieron que en quince días el descalabro publicitario saliera del aire.
Como lo cuenta la colega guatemalteca Alba Trejo, promotora de una fulminante campaña de rechazo: “el lunes 19 de noviembre comenzó con una imagen que muestra una mujer simulando haber sido asesinada. En otro anuncio más dramático figuran las piernas de una mujer que yace en una camilla de la morgue, los zapatos llevan prendida una etiqueta similar a la que se le coloca a los cuerpos que son ingresados a ese lugar donde van inscritos sus datos personales.
“Están de muerte, con ese mensaje la cadena de calzado buscó aumentar sus ventas a costa de mofarse de la muerte de ellas como si se tratara de algo normal, en un país donde, en seis años, han sido asesinadas 3000. La red de mujeres interpuso un amparo y hubo columnas de opinión pidiendo el retiro de la publicidad. En El Salvador también hubo un movimiento fuerte. Así que el viernes 30 se dejaron de ver ya por la tarde esos horrendos anuncios”.
No es la primera vez que algo así se consigue en el contexto de publicidades enfrentadas desde esta tenaz batalla contra la violencia de género. Un lustro atrás, vallas de exteriores que poblaban en París las estaciones del metro, con mujeres atadas del cuello como perras y los ojos amoratados, generaron protestas y piquetes que forzaron a publicitarios y productores a retirarlas.
Pero hacer comunicación con perspectiva de género no exige sólo una vigilancia activa de descalabros de aquel cariz, si bien es notorio el valor de los Observatorios que existen ya en numerosos países. De lo que se trata es, en lo esencial, de inducir desde la comunicación una mirada al conjunto de la sociedad, inclusiva, que reconozca todos los protagonismos y promueva equidades.
La convocatoria a producir comunicación con perspectiva de género ya anda cumpliendo una década, como hija legítima de profesionales feministas que iniciaron la comunicación alternativa.
Aunque no se ha reconocido suficientemente, lo cierto es que las publicaciones alternativas consiguieron convertirse en alterativas de aquellos modos de ignorar a los grupos excluidos, entre estos las mujeres, las poblaciones indígenas, la gente más pobre, discapacitada, diversas en sus preferencias sexuales, negras, negros, y otros segmentos discriminados.
Aquella producción comunicacional que iniciaron en nuestro continente Fempress desde Chile, SEM desde Costa Rica, CIMAC desde México, La Cuerda a partir de Guatemala; y de coaliciones como la RedAda de Bolivia y Sexto Sentido y ALAI-Mujer desde Ecuador, marcaron las rutas.
Una realidad más complicada
En los años que correnm la compactación de conocimientos y el avance de las tecnologías de la información han abierto nuevos espacios de acción y también numerosos conflictos en los territorios de la comunicación.
El componente ideológico que alcanza a los públicos, permeado con demasiada frecuencia de banalización en los grandes medios, ha dado lugar –para bien– al surgimiento de un creciente ejercicio de periodismo ciudadano: la gente se cansó de leer o ver sobre sí misma con mirada ajena y protagoniza su propio quehacer. De ahí la profusión de blogs. Sin que pueda ignorarse que la brecha digital genera otra calidad de exclusión.
Por sabido casi es obvio citarlo: en la base de esas superficialidades y manipulaciones está el control de los capitales sobre la comunicación.
En la mezcolanza casi todas las monedas tienen varias caras: Internet ha dado vida a centenares de expresiones comunicativas. Los reclamos por la equidad de género transitan profusamente. Y, al mismo tiempo, se ha destapado una nueva forma de violencia de género –electrónica ésta-, constituida por parejas acosadoras que transmiten pornografía, realizan chequeo constante con mensajes de todo tipo, embaucan a mujeres, se ejerce la ciberprostitución, la trata, el comercio de niños y niñas…
El enfoque de género en los productos comunicativos
Algunos y algunas colegas prestan poca atención a esta urgencia del presente, la minimizan y aún la rechazan. Es muy fuerte aún la sorna cuando se habla, por ejemplo, del lenguaje para la equidad.
“Eso del ellas y ellos, o las niñas y los niños, es muy aburrido, alarga la prosa y no agrega nada” dicen. Lo que no toma en cuenta esa parte de los y las profesionales es que lo que no se nombra no existe y que toda omisión implica discriminación. Si una parte de la ciudadanía permanece subsumida en plurales masculinos o en afirmaciones totalizadoras y excluyentes, esos segmentos no mencionados resultan negados en sus derechos.
Es un simplismo, por demás, asegurar que la reivindicación de un lenguaje no sexista se reduzca al las y los. La esencia es otra.
El mundo se piensa en palabras
Octavio Paz, el ilustre Premio Nobel mexicano, en su ensayo “Nuestra Lengua”, subraya que «la lengua es un signo, el signo mayor de nuestra condición humana. La lengua es nuestra morada». Entonces, si las palabras ignoran a las humanas, si no las mencionan, si por omisión las desvalorizan, resultaría que la mitad de la humanidad se vería expatriada de esa morada suprema que nos permite pensar el mundo, porque el mundo se piensa en palabras. El punto viene a cuenta por eso: porque lo que no se nombra no existe. Y a la contraria: no tienen nombres las cosas que no existen todavía.
Hará unos cinco años, en República Dominicana fue elevada al rango de generala una militar de muchos méritos. Tanto la prensa como su propia jefatura se resistieron al uso de la palabra y la seguían llamando la general. Hubo que insistir mucho –y aún hay que hacerlo, aunque después de esto otras cuatro mujeres han alcanzado ese grado– para que se comprendiera que si no había generalas no era posible que existiera el femenino de esa palabra. (Ja-ja-ja: al escribir esa frase mi corrector ortográfico me la está subrayando en rojo por la misma razón: no está registrada en el diccionario computarizado).
En el lenguaje comunicacional la intencionalidad puede dar sentido a un proceso que haga de la lengua un catalizador de la equidad de géneros. Si el lenguaje no asume ese propósito, explícita y responsablemente, la «marca» de lo excluyente seguirá arropándolo todo, como dice Jeanine Anderson.
Poner el mundo al derecho
Hacer comunicación con perspectiva de género equivale a poner el universo al derecho. Una destacada colega dominicana, María Isabel Soldevila, ha exaltado la importancia de producir comunicación equitativa con estas palabras: «un periodismo que incluya a la sociedad completa será más democrático. Lo que nos hace rehuir el tratar los protagonismos de las mujeres en paridad con los de los hombres es el temor de parcializarnos. Es eso justamente lo que hacemos cuando no los tratamos”.
Equidad e igualdad
Tal vez es el momento de fijar las diferencias entre equidad e igualdad, puesto que de eso hablamos. La igualdad es una cuestión de derechos y, en primer lugar, de derechos humanos.
El término equidad alude a una cuestión de justicia: es justo que se reconozcan los protagonismos de ambos géneros, que se trabaje por deconstruir los estereotipos que han minimizado a la parte femenina de la humanidad; y que las que ocupamos más de la mitad del espacio entre las gentes vivamos con las oportunidades requeridas para un desarrollo humano pleno y un disfrute en equidad de las garantías que la democracia garantiza.
Margarita Cordero, la periodista que mayor responsabilidad ha alcanzado en los medios de difusión dominicanos, contextualiza el asunto en su esencia y ha convocado a «rescatar la información como un derecho, como un derecho político, democrático y, en consecuencia, interpretar la ocultación de la realidad de un sector poblacionalmente mayoritario como somos las mujeres en algunos países, como una denegación de justicia y de un derecho democrático».
Y hace la aclaración más equilibrada y abarcadora para evitar que se hable de equidad de géneros pensando sólo en mujeres: «para mí ya no solamente el problema es de género. Es saber negociar el problema de género dentro de un contexto de prioridades políticas que afectan a todos los grupos subordinados”.
El más reciente peldaño
A mediados de noviembre, Oviedo, la capital de Asturias, reunió a más de un centenar de profesionales de la comunicación, la mayoría mujeres y algunos hombres, en el II Encuentro Internacional de Periodistas con Visión de Género. Allí se reconoció el avance logrado a partir de las redes de Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, España, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
El grueso de los acuerdos y recomendaciones miran hacia un futuro, concientes de la responsabilidad que compete a comunicadoras y comunicadores en la promoción de cambios que generen y auspicien plenitudes para unos y otras.
Llamaron a establecer alianzas también con periodistas independientes, sindicatos, gremios o grupos, para compartir y trasmitir esta urgencia que el presente le reclama a la comunicación social.
En el orden político, el II Encuentro decidió impulsar campañas con los nuevos profesionales para que se sumen en la participación activa en los temas de género, entre los cuales se consignaron como esenciales las varias formas de violencia contra la mujer: violencia electrónica, violencia contra migrantes, trata y turismo sexual; inequidad y discriminación; violencia de Estado: denuncia de las desaparecidas en democracia; papel y situación de la mujer en los conflictos armados; fundamentalismos en el Foro Social Mundial de 2008.
Circularon además dos nuevos libros importantes, el de las argentinas Sandra Chaher y Sonia Santoro “Las palabras tienen sexo”, y la compilación de la Red española de Mujeres de la Comunicación (AMECO) “Buenas prácticas periodísticas desde la perspectiva de género”.
Otras sugerencias se dirigen a aportar estos enfoques en el tratamiento de noticias vinculadas a las trasnacionales y sus efectos en las mujeres; y al análisis de la situación de migrantes e inmigrantes, para mostrar los rostros de este flagelo. Se pasó revista e hicieron recomendaciones sobre acciones comunicativas dirigidas a la promoción de ellas en paridad para cargos y posiciones de poder que les garanticen el derecho a la participación política.
Hoy por hoy -es el saldo mayor– se abre paso la concepción que puso sobre el tapete la colombiana Patricia Anzola a principios de la década del noventa de que “la noticia no tiene sexo pero su tratamiento sí tiene género”.
De eso se trata.
Diciembre de 2007
* Mirta Rodríguez Calderón, periodista cubana, corresponsal de SEMlac en República Dominicana. Tiene una larga experiencia de trabajo en los medios, desde sus inicios en el periodismo en Cuba, en la década del sesenta del pasado siglo. Su labor profesional se ha centrado en el periodismo de investigación y el reporterismo de «corazón a pie», como le gusta decir. Activista de agrupaciones y redes de periodistas para la promoción de equidad de género. Facilitadora en República Dominicana, Ecuador y México de más de un centenar de cursos, talleres y otras formas de capacitación con jóvenes, organizaciones de mujeres y grupos de base para el desarrollo de liderazgos y la articulación de formas de influencia en tomadores de decisiones. En Cuba fue fundadora del grupo Magín, una experiencia que promovió la introducción del enfoque de género en los medios de comunicación. Es profesora en Santo Domingo de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.