Ecos e historias de mujer…imágenes que se repiten

En el artículo Aventuras de un cartógrafo mestizo en el campo de la comunicación, el teórico Jesús Martín Barbero apunta sobre lo que hoy constituye una realidad inexpugnable en Latinoamérica: «la televisión ocupa una lugar estratégico en las dinámicas de la cultura cotidiana de las mayorías, en la transformación de las memorias y sensibilidades y en la construcción de imaginarios colectivos desde los que las gentes se reconocen y representan lo que tienen derecho a esperar y desear».

Tomando en cuenta las palabras de Barbero podemos afirmar entonces que, en materia de género, la televisión representa también una de las principales mediaciones históricas y uno de los dispositivos fundamentales en la reproducción del sistema sexo/género.

Por ello la importancia de atender las representaciones que sobre lo femenino y lo masculino propone nuestra televisión nacional, uno de los medios masivos de comunicación de más consumo en Cuba.

Particularmente, la programación de verano de la televisión cubana constituye una de las propuestas más esperadas durante el período vacacional. Desde la institución se redoblan esfuerzos por reservar producciones de estreno y aumentar a casi 24 horas la transmisión de materiales y programas variados.

Desde hace dos años, aproximadamente, comienzan a ser frecuentes programas con temáticas de mujeres, sin dejar claro si estas producciones asumen -o no- a este grupo como público meta y/o pretenden visualizar realidades y materiales desde sus experiencias y puntos de vista.

El canal Cubavisión transmite por segunda vez Historias de mujeres -un programa de corte cinematográfico en el cual se presentan cortos y largos de ficción con protagonistas femeninas-, y se estrena Ecos de mujer -especie de revista variada en la cual varios invitados e invitadas intercambian criterios sobre un tema a la vez que se interpretan canciones afines-. Ambos programas se transmiten en el mismo canal y el mismo día, solo difieren sus horarios.

Vale mencionar que, hasta el momento, las realizaciones televisivas destinadas a las cubanas como público están relacionadas, principalmente, con materiales de orientación social y de salud. Por tanto, pudiera resultar novedoso el cambio de perspectiva y visión respecto a cómo presentar realidades, puntos de vistas, conflictos, tradiciones, vivencias, estrategias, aspiraciones y logros de la población femenina.

Sin embargo, las expectativas superan las propuestas actuales. Pueden percibirse ciertas marcas que conforman un discurso televisivo -y a la postre cultural- homogéneo; un discurso que continúa perpetuando, naturalizando y, lo más preocupante, «modernizando» una representación clásica de la mujeres.

De ecos e historias…la cosmética del mito

Mucho se ha dicho sobre aquellas representaciones, roles, espacios, identidades, mitos y estructuras sociales mediante los cuales se sustenta y reproduce un orden social y simbólico donde la mujer y lo femenino aparecen subordinados al hombre y lo masculino.

A pesar de los años de lucha e investigación, en materia de género y feminismo en Cuba pareciera que siempre debemos empezar de nuevo. La experiencia actual apunta a cierta desmemoria indolente, pues se reproducen con naturalidad imágenes sistemáticamente denunciadas como discriminatorias.

En la construcción y reproducción de la feminidad clásica como signo, se va mitificando una existencia de renuncia, un ser «virtuoso» por su capacidad de sacrificio y abnegación. Durante siglos las artes, la filosofía, las ciencias, la religión, la política, etc., nos han enclaustrado en una emotividad exclusiva –en ocasiones hiperbolizada-, privándonos de la razón como guía del comportamiento; se nos ha definido a partir de una corporalidad expositiva, fragmentada y llena de exigencias que atentan contra nuestra salud física y mental; y aún se ubica en el centro de nuestra existencia la maternidad, la pareja y la familia1.

¿Cómo están presentes estos mitos en los ecos e historias que proponen durante este verano dos programas del canal de más tradición y teleaudiencia en Cuba?

Sin distinción Ecos de mujer e Historias de mujer alertan desde su nombre que lo expuesto en pantalla será propio y al menos característico del género femenino. En ambos programas los temas se han centrado en el amor, la pareja, la belleza, los sacrificios, la emotividad femenina, entre otros. Por ejemplo, en Historias de mujer los tres filmes del mes de julio tuvieron argumentos centrados en dilemas sentimentales.

En la película norteamericana ¡Qué viva el amor! se nos presentan los conflictos de una madre soltera. La protagonista incluso pone en crisis valores tradicionales al afirmarle a su madre, vigilante ejemplar de los mandatos patriarcales:

– ¡Por favor mamá, la maternidad no tiene nada que ver con ser un mártir, no es un sacrificio sino una elección!

Sin embargo, la trama no renuncia al triángulo amoroso y a la difícil elección entre el amor bohemio y el maduro y financieramente exitoso. Se transmitió también el corto cubano La encomienda, una adaptación del cuento de la escritora Ana Lidia Vega, en el cual se narra el estrés que produce en una joven cubana la llegada inesperada de mil dólares. Llama mi atención cómo se suma este material al resto de las imágenes ofrecidas en largos de ficción, donde las mujeres damos respuestas en extremo emocionales, a veces en una lucha entre locura y lucidez.

Para esa misma emisión se programó Women on top (Mujeres en lo alto), una película que nos presenta a Penélope Cruz como una brasileña exótica, excelente cocinera, quien, ante su necesidad de llevar el mando en todo pierde a su esposo; este la traiciona pues, como hombre, necesita estar arriba -en el acto sexual- aunque sea una vez. Ella emigra a Estados

Unidos y allí, por supuesto, se hace famosa y comienza la competencia entre dos hombres por su amor: el latino romántico e irracional y el norteamericano sensible y civilizado.

En la misma línea, los temas escogidos para Ecos de Mujer han sido: la imaginación y la belleza, la reconciliación en la pareja, amores ocultos y los sacrificios en la pareja.

¿Qué imagen de lo que nos interesa como mujeres estamos construyendo? Pudiera esgrimirse la justificación de que esas son realidades atrayentes para muchas cubanas y cubanos, y que entretienen. Pero nadie se atrevería a negar que estamos silenciando otras vivencias y conflictos, historias y legados de las mujeres en espacios fuera del orden de lo privado: en la ciencia, las artes, la política, el trabajo social y otros.

Comunicar en los medios… la pantalla no es un escenario ni la sala de mi casa

No por abordar temas clásicos se reproduce la ideología patriarcal. Puede existir un interés de deconstrucción de esos mitos y para ello el guión, los comentarios de presentadoras/es y de manera general la dramaturgia del espacio inclinan la balanza hacia uno u otro sentido.

Nuestra televisión muestra cierta tendencia, en ascenso, a ubicar artistas -hasta el momento cantantes, trovadores y actrices- como comunicadores de espacios dedicados al arte o en los que se abordan temáticas de corte vivencial y social. Este fenómeno pudiera indicar dos situaciones: la ausencia de comunicadoras/es y/o el vago concepto de lo que representa comunicar en un medio masivo. Lo primero entra en contradicción con el número de graduadas/os en las facultades de comunicación social; lo segundo, denota un desconocimiento de las técnicas, habilidades y preparación que implica la conducción de un espacio temático.

No por gusto se estudian durante cinco años o más herramientas y reglas básicas de la entrevista y otros géneros periodísticos como el comentario. El uso público de la palabra implica una gran responsabilidad pues continuamente construimos significados. Asignaturas como semiótica, redacción, dramaturgia audiovisual, protocolo, comunicación y sociedad, ética, no están por gusto en el currículo de un profesional de la comunicación.

Creo que debemos atender con mayor seriedad las potencialidades y habilidades que cada profesión ostenta. Un actor o cantante no es necesariamente un comunicador/a; este último no está preparado para asumir la interpretación de un personaje en una puesta en escena, tampoco los primeros han sido profesionalmente adiestrados para el manejo de una entrevista-personal o colectiva-, dónde se requiere de años de entrenamiento para guiar con éxito un diálogo en el cual emergen experiencias y subjetividades diversas.

Y es que en ese intercambio de ideas se expresa nuestra ideología, emergen valoraciones personales que, dichas en un espacio mediático, llegan a nuestras casas y pueden reproducir estereotipos y actitudes discriminatorias. No tener en cuenta estas cuestiones perjudica no solo el tratamiento del tema de la mujer, también puede deteriorar la imagen de las y los conductores.

Tal es el caso de la excelente actriz Blanca Rosa Blanco, anfitriona del espacio Ecos de Mujer. Ella paga el precio de un guión endeble, además de la inexperiencia y poca preparación. Por momentos el espacio se convierte en un encuentro de opiniones caóticas, donde invitadas e invitados se interrumpen y muchas ideas son vagas. Para colmo, si bien se comparte la presencia femenina y masculina, en ocasiones se producen enfrentamientos entre uno y otro género.

Por otra parte, los entrevistados han sido hasta el momento actrices, actores, cantantes y un psicólogo en el programa dedicado a los amores ocultos. Quizá se pretende la identificación con quienes pueden ser considerados/as líderes de opinión de acuerdo a su relevancia; pero, ¿acaso desconocemos el impacto cultural de escritoras como Marilyn Bobes, Mirta Yáñez, la propia Ana Lidia Vega, o investigadoras de la talla de Luisa Campuzano, Zaida Capote, Isabel

Moya, Danae C. Diéguez, realizadoras como Magda González Grau, Rebeca

Chávez, Sandra Ramos, Marilyn Solaya, por solo mencionar algunas profesionales de la cultura y el espacio público que abordan de manera sistemática el tema de la mujer.

Aquí viene el tan llevado y traído asunto de la asesoría. Para hablar en un medio de comunicación social de mujeres o de cualquier otro tópico o realidad colectiva, se requiere estar al tanto de lo más actual referido al tema. Conocer quienes pueden dar opiniones interesantes, avaladas por una experiencia y rigor profesional, aunque se quiera compartir y presentar criterios personales, la diversidad enriquece toda mirada.

Y de eso precisamente adolecemos, de conocimiento sobre la diversidad.

Autoras como Norma Vasallo, Teresa Díaz Canals, Clotilde Proveyer y Julio César Gonzáles Pagés, entre otras/os investigadoras/es, han estudiado sobre la historias y el legado de las cubanas en diferentes siglos; han profundizado sobre los rasgos, rupturas y tradiciones presentes en nuestras feminidades; cuentan con textos en los cuales se evidencia la pluralidad de identidades, conflictos, estrategias y vivencias en la Cuba actual.

El desconocer no constituye un pecado, pero en materia de comunicación pública, el desinterés se traduce en falta de profesionalidad y eso resulta negligente a estas alturas.

Notas:

1 En el ensayo La mujer fragmentada: historias de un signo, la investigadora chilena Lucía Guerra, reflexiona sobre las principales características del signo mujer. Según la autora adscribir significados a lo femenino, constituye una «modalidad de territorialización, un acto de posesión a través del lenguaje».

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