Desde la comunicación, un dama con camisa de patriarca

Indagar en el tema de la comunicación desde un enfoque de género conduce, usualmente, a análisis referidos a la visibilidad de la mujer o al sexismo en el lenguaje, aunque no son estas las únicas problemáticas en la actualidad.

Vale reconocer que la situación de la discriminación de la mujer y la promoción de la equidad de género han ganado espacio en los medios de prensa cubanos. Desde hace algunas décadas, profesionales de la comunicación han abrazado estos temas junto al lenguaje inclusivo, en aras de aportar otros puntos de vista a los mensajes tradicionales de corte patriarcal, propios de una sociedad machista, un problema que persiste pese a los esfuerzos estatales y de la sociedad civil.

Sin embargo, en ese supuesto afán por despojar a la comunicación de los atavismos sexuales, morales o culturales que la han acompañado por décadas, pocas veces la prensa se adentra con agudeza y pericia en las profundidades de la discriminación a partir de ejemplos concretos presentes en la sociedad.

En escasas ocasiones, los Medios de Comunicación Masiva (MCM) se encuentran a la vanguardia de un pensamiento progresista con respecto a temas controversiales o fenómenos complejos; de hecho, resulta más probable que reproduzcan y perpetúen las actitudes reinantes, traducidas en valores y actitudes patriarcales en el caso de las relaciones de género.

Con el paso de los años, los MCM se han convertido en pieza fundamental en la reproducción de estereotipos de discriminación por género que, como afirma la periodista Susel Vásquez Olivé en su tesis de licenciatura «La construcción social de género en el discurso periodístico de la sección En Cuba de la revista Bohemia» (2010), se fortalecen en un modelo de continuidad de un sistema de pensamiento ideológico dominante, que refuerza la cultura de lo masculino y de la discriminación femenina, promoviendo una imagen estereotipada y sexista de las mujeres.

En el caso del periodismo especializado en temas de ciencia habría que referirse a la imagen histórica que se ha reproducido en los medios de las científicas y los científicos: cómo no ha logrado transgredir esos cánones y los discursos se remiten continuamente a una práctica social, orden y relaciones de poder determinadas.

En cierta ocasión, una entrevistada refería que al hablar de ciencia en la prensa le sugería una dama con camisa de patriarca, y es que el discurso de los medios en temas científicos juega un papel de legitimación de la ideología dominante -lo que se considera «esencial» o «normal» en relación con un grupo social-, de refuerzo y consolidación del orden establecido y del estatus global que varones y mujeres ocupan dentro del mismo, así como en la supervivencia de las diferencias sociales, consolidándolas e incluso incrementándolas.

Muchas veces se obvia en los productos comunicativos que el proceso de búsqueda de la equidad afectó no solo la concepción tradicional sobre la división funcional del trabajo, que dio lugar no solo a la dicotomía de los oficios femenino/masculino, sino también a la parcelación intelectual de la ciencia, donde aparecen áreas científicas en las cuales mayoritariamente ejercen personas de un mismo sexo.

Es por ello que el vínculo entre los términos ciencia y género se hace cada vez más necesario en el ámbito comunicacional, con el objetivo de develar las potencialidades de las mujeres en el área científica, así como también para poner al descubierto las conductas discriminatorias que aún afronta la figura femenina, por tantos años oculta, invisible y marginada.

Para las reconocidas investigadoras María Isabel García González y Eulalia Pérez Sedeño (2002) la historia de la institucionalización de la ciencia es la historia de la masculinización, la cual en la vida moderna parecería haber legitimado, la exclusión de la mujer.

Sin embargo, aunque las limitaciones en el acceso al saber y al consiguiente poder que ello supone constituyó una de las contradicciones más fuertes que la historia y la cultura patriarcal han impuesto a las mujeres, en el siglo XX se logró la incorporación de ellas a la vida científica en universidades y centros de investigación.

Pero hoy el debate sobre las cuestiones de género en el campo científico supera el tema del acceso. Según la argentina Diana Maffía (2008), si se pretende analizar la situación de las mujeres en el área de Ciencia, Tecnología, Desarrollo e Información (CTDI) desde el campo de la comunicación con una perspectiva de género, ello implica estudiar no solo las condiciones intrínsecas del progreso de las mujeres, sino las relacionales entre los individuos de uno y otro sexos dentro del sistema:

• Hacer visibles las barreras formales e informales y las manifestaciones sexistas existentes.

• Considerar significativas las experiencias de las mujeres.

• Incorporar las voces de las mujeres en los debates de las políticas a adoptar.

• Analizar si hay mujeres en los espacios de toma de decisiones y comparar los efectos de su presencia o ausencia.

• Observar el impacto diferencial de las normas, prácticas, procesos, instituciones (y también de suspensión u omisión) sobre varones y mujeres.

• Visibilizar la forma en que la política colabora o contribuye a estereotipar la construcción de la identidad y subjetividad de género.

• Distinguir la forma en que se legitiman, refuerzan o revierten las relaciones jerárquicas entre los sexos.

Otra cuestión esencial a tener en cuenta para los periodistas especializados en temas de ciencia es la feminización de las matrículas y la mayor paridad en la incorporación de mujeres a las academias y laboratorios, pues no basta con garantizar el acceso de las mujeres a las instituciones si sus aportes no van a ser valorados y reconocidos.

Además, un aspecto insoslayable en la actualidad es el conflicto que aparece en el lugar de trabajo, cuando ambos demuestran las mismas capacidades y aspiraciones mientras una solución discriminatoria da paso a los hombres a los puestos de mayor responsabilidad, procedimiento al que se ha denominado «techo de cristal» , que las mujeres no pueden sobrepasar.

Es justo admitir que en los tiempos actuales se les brinda a ellas mayor reconocimiento en cuanto a su papel en el nacimiento de algunas ramas científicas, en tanto resulta más visible su presencia y papel activo en el quehacer científico. No obstante, la prensa debe ir más allá de solo reseñar estos aspectos.

Resulta preciso cuestionar por qué la marca de género continúa visible hoy en la división sexual del trabajo científico, en la dicotomía entre ciencias exactas o duras con menor presencia de mujeres, y ciencias sociales o blandas altamente feminizadas, y por qué en el ejercicio profesional se encuentran más hombres en altas categorías científicas y académicas, así como también en puestos con responsabilidades administrativas.

Para superar el androcentrismo y el sexismo manifestado históricamente en la ciencia y que mantiene sus raíces en la actualidad urge otorgar un espacio protagónico a estos temas en las agendas mediáticas, revisar los perfiles editoriales de los medios de comunicación y su misión social, e introducir otras perspectivas en la formación académica de los profesionales de la comunicación.

En ese propósito, los medios masivos desempeñan un rol importante en la potenciación de una cultura de la equidad, y de un discurso menos triunfalista acerca del protagonismo de la mujer cubana en la práctica científica.

Los mitos sexistas no pueden continuar allí, visibles en las páginas de los periódicos o en las emisiones radiotelevisivas, ni debe permanecer la ausencia de debates al interior de los medios de comunicación respecto a estos temas, mientras los contextos sociales cambian, o al menos lo intentan.

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