“La música es más que un ritual donde la comunidad reasegura su identidad mediante la celebración de valores compartidos: es un proceso estrechamente vinculado a la construcción de la realidad social misma. La música aporta una dimensión simbólica a la generación de nuevas realidades sociales, a partir de su capacidad de evocar la espontaneidad, con el fin de estimular la expresión de las necesidades sociales y personales que contrastan con el carácter represivo de la cultura y que reivindican la importancia de la naturaleza humana como elemento constitutivo de la vida social”.
Retomo el tema de la música y su importancia en Cuba, para esbozar algunos elementos que denotan, con claridad, el sentido social que proyecta, así como la construcción de imaginarios que se legitiman y refuerzan cada día a través de esta manifestación artística. Al respecto, los medios de comunicación masiva adquieren un carácter particular. La dimensión de su alcance, muchas veces insospechada, trae como consecuencia la revitalización de mitos y la exacerbación de atributos que han sido asignados por la cultura y la tradición.
En el presente trabajo pretendo adentrarme en el debate de género y cómo es visto desde nuestros medios, haciendo hincapié en la música y en los programas que refieren lo más reciente acontecido en este escenario.
Los cambios sustanciales que ha experimentado esta manifestación a lo largo del siglo XX han provocado que se proyecte no solo como una mera expresión artística, sino como un espacio en el que se recrean conductas, códigos y relaciones sociales. La música es una expresión social en la que convergen las etnias, las identidades y el consumo, en estrecho vínculo con las estructuras económicas y políticas de las sociedades modernas[2].
Desde el entramado de símbolos y significaciones sociales que adquiere dicha forma expresiva, se puede analizar la perspectiva con la que se realizan los programas televisivos que se le dedican. Cada uno de ellos, partiendo de sus diferencias estilísticas y propuestas musicales, encierra una intención promocional, dirigida fundamentalmente a satisfacer la audiencia. De esta manera, alimentan el imaginario sonoro y surge una sensación más relacionada con lo visual, creando una estética que acompaña al gusto musical y va siendo reforzada, transformada y olvidada en la misma medida en que el mundo del espectáculo evoluciona y se torna más ecléctico.
Lo que se proyecta en la televisión es, por lo general, un reflejo de lo aceptado y demandado, musicalmente por la sociedad; es lo que los medios quieren proyectar y es lo que el “poder” legitima. Así se validan comportamientos y esquemas mentales asociados con el progreso, con el desarrollo, y en los cuales se reproducen patrones de conducta. La televisión, por el alcance que tiene, exporta estereotipos culturales.
Muchos de nuestros programas nos parecen antes vistos o los asociamos con realizaciones foráneas. Junto a este fenómeno, se traspola con similar intensidad el legado cultural de los grandes consorcios internacionales del espectáculo, y prevalece, entre muchas posturas, el sexismo.
La forma de marcar las diferencias entre hombres y mujeres, en este tipo de propuestas televisivas, denota discriminación, desde la propia manera de colocar a quienes interactúan en los espacios de la pequeña pantalla.
En las últimas décadas ha existido en Cuba preocupación por aplicar el enfoque de género al análisis de productos televisivos y, aunque se ha escrito sobre ello, no ha sido de una manera sistemática. Como sucede en gran parte del mundo, el feminismo ha volcado su mirada a todas las esferas que tradicionalmente han silenciado a las mujeres y los medios también han sido valorados con ese rasero, siguiendo la intención de articular las perspectivas audiovisuales con la crítica a la sociedad patriarcal.
Bajo esa perspectiva, la mirada de género en el presente análisis pretende desmontar la visión erótica y sexista que acompaña a la mujer cubana en los programas musicales de la televisión nacional.
Cuestiones de género en pantalla
Resulta válido señalar en este debate los principales postulados que legitiman una estructura social que discrimina a la mujer y resalta los valores socialmente asignados a los hombres: el patriarcado. Es importante añadir la responsabilidad que tienen los medios en este sentido, como espacios creadores de imagen y discursos sociales que legitiman roles simbólicos a partir de lo que se entiende por masculino y femenino.
En ese entramado de significados sociales atribuidos a las mujeres y hombres, propongo centrar la atención en los elementos subjetivos y simbólicos de los que se vale el patriarcado para subordinar a las mujeres. Esta posición está expuesta en todas las esferas de la vida y la condición humana, proceso que se conoce como sexismo[3].
Ejemplos de espacios musicales que llaman la atención en cuanto a la imagen femenina que proyectan son 23 y M y La Descarga, transmitidos los sábados en horarios estelares por los canales Tele Rebelde y Cubavisión respectivamente. Ambos combinan las presentaciones en vivo con entrevistas realizadas por sus presentadoras y presentadores. Por lo general, se invitan a figuras musicales de ambos sexos con una calidad aceptable. Sin embargo, cuando se va a distinguir a uno u otro músico por sus logros, resalta la buena interpretación, la mezcla de sonido y la capacidad de creación de los hombres; mientras los atributos que colocan en un éxito rotundo a las mujeres están asociados a su vestuario, modista, o a lo que transmita su imagen en la portada de los CD.
Esa parece ser la manera de evaluar el talento femenino en estos espacios, visibilidad a veces nublada por un protagonismo que en realidad no existe, que se proyecta en función de legitimar la presencia masculina y su dominación en el medio. Las mujeres de la música, representadas en estos programas, van a estar cargadas de significados que tienen que ver con el llamado “mito de la belleza” en detrimento de sus capacidades musicales, y las obliga a cumplir con ideales físicos para ser aceptadas en determinadas modalidades creativas.
Para analizar esta cuestión deben tenerse en cuenta varias perspectivas como el género de quien asume la dirección del espacio, la realización, la concepción del tema, los invitados, etc. Todos estos elementos juegan un rol simbólico en las construcciones de la feminidad y la masculinidad que se proyectan en la pantalla.
Es importante tener en cuenta que de todos los programas musicales de la televisión nacional en Cuba son directoras solo cinco mujeres[4], lo cual resulta tremendamente llamativo si se tiene en cuenta la cantidad de espacios televisivos dedicados a esta manifestación[5]. Sería entrar en el campo especulativo enumerar razones por las cuales se da este fenómeno, ninguna sustentada categóricamente. Pero vale la realidad para plantear la duda y la sutileza que implica esta disparidad en las imágenes de hombres y mujeres que transmiten.
Puede apreciarse entonces una masculinización de los espacios musicales en la televisión, así como la exaltación de la hegemonía masculina en el escenario musical cubano y a la vez una tímida presencia femenina. Salvo cuando se va a comentar alguna tendencia musical o estilo históricamente asociado a lo femenino, es que se realizan exclusivas a las protagonistas y se le dedica el tiempo completo. De lo contrario, ellas pasan a ser mencionadas como notas pequeñas dentro de la gran sinfonía que es la música cubana.
También quiero hacer mención a los conductores y conductoras de estos programas, que por lo general son promocionales e informativos. La presencia de las mujeres, de manera general, está más dirigida a visualizar una exteriorización de la femineidad desbordante que roza con lo vulgar, en la búsqueda de “sensualidad”, “exotismo” y en consecuencia de una mayor audiencia. En estos casos importa poco la información y el conocimiento que se tenga del tema e incluso el nivel cultural, educacional o de instrucción de la presentadora.
Para ilustrar este comentario, pudiéramos acudir a una comparación entre dos programas transmitidos semanalmente por el canal nacional Cubavisión, uno dedicado a clásicos musicales y otro con un carácter de actualidad. El primero, De la Gran Escena, resalta por la sobriedad de la conductora, una mujer de edad mediana con conocimientos aceptables sobre el ámbito musical de Cuba y el mundo. Por otro lado, Piso 6, dirigido a una audiencia joven, explota los atributos físicos de la conductora, que juega a la seducción constante con el televidente, sin hacer mayores aportes desde el punto de vista informativo.
Con esto se estigmatiza la imagen femenina, asociada con elementos de otra índole que no incluye el nivel profesional ni el talento.
El tema no me ciega de otras cuestiones que pueden estar fomentando estas realidades, muy subjetivas, y que pueden estar motivadas por la inexistencia de verdaderas convocatorias para acceder a estos programas, o por el interés de las mujeres de “transgredir” este espacio.
Se trata de elevar el patrimonio cultural de la Isla sin exclusiones, máxime si se tiene en cuenta que en el lenguaje televisivo, “lo que no se proyecta, es porque no existe” y del mismo modo, lo que se deje plasmado se reproduce y trasciende a la sociedad toda.
La violencia simbólica, discriminación y exclusión femenina en estos espacios deben ser señaladas abiertamente, sobre todo por el nivel que las mujeres cubanas han logrado al insertarse en estilos musicales, tendencias y modas históricamente asociados a los hombres. Si quedan dudas al respecto, remóntense al pasado festival “PerCuba” o “Fiesta del tambor”, en el cual se celebró una gala en el cine-teatro Astral dedicado a jóvenes percusionistas6. Talento y capacidad tienen las mujeres en la música cubana. Se han ganado el derecho propio a estar.
No creo que sea suficiente dedicar un espacio solo para ellas, porque de igual manera el criterio de selección de las invitadas pudiera ser cuestionable. Además, esta sería una vía de mantenerlas fragmentadas, de colocarlas en las llamadas culturas de guettos, las haría parte de la historia que no se cuenta, de las minorías que quedan al margen y bajo ningún pretexto debe ser este el enfoque.
El reconocimiento debe ir a quienes lo merezcan por su trayectoria musical y artística. Hay que tener en cuenta el legado cultural y el aporte realizado a la música cubana del creador o la creadora, sin distinción de sexo.
Este trabajo pretende hacer un llamado de atención a los medios y en particular a los programas de televisión dedicados a la música, para que tengan en cuenta el debate sobre género. Institucionalizar la discusión sobre estos temas, invisibles por muchos años, ayudará a lograr la equidad y equilibrio deseado por todos y todas.
Teniendo en cuenta que la imagen televisiva, al cabo de los años, se va a convertir en fuente documental importante para investigaciones, consultas y análisis de fenómenos sociales y tendencias, hago un llamado a la coherencia con estos preceptos y a hacer hincapié en que la historia se cuenta de la manera más objetiva posible. Señalar que no es lo más importante; que no hay que cumplir con los modelos universales de belleza femenina para tener éxito y no es necesario sacrificar el cuerpo para pertenecer a un espacio artístico y cultural, llamo a tomar en cuenta que el talento se lleva dentro. Pensemos, por ejemplo, en grandes cantantes como Omara Portuondo y Elena Burke. Se trata de enaltecer la música cubana, nuestra televisión y los individuos que participan en ella, tanto mujeres como hombres.
* Ernesto Díaz Calderín. Licenciado en Historia en el año 2009 con la tesis “La emigración de los músicos cubanos hacia Estados Unidos y la socialización de sus masculinidades. Del año 40 al 50 del siglo XX”. Ha colaborado con la Red Iberoamericana de Masculinidades. Actualmente trabaja como investigador en el Centro de Investigación y DesarrollodelaMúsicaCubana(CIDMUC).
[1] Gerhard Steingress. “El caos creativo: fiesta y música como objetos de deconstrucción y hermenéutica profunda. Una propuesta sociológica”. En: Anduli Revista Andaluza de Ciencias Sociales, Sevilla, número 6, 2006, p. 43.
[3] Para más información sobre el término sexismo ver: Victoria Sau. Diccionario ideológico feminista. Barcelona, 1990.
[4] Ellas son: Ana María Rabasa (Cuerda Viva), Roxana Duvergel (A todo jazz), Gloria Torres (Otros Tiempos), Maribel Puerta (Un palco en la ópera) y Mónica Cabrera (La danza eterna).
[5] 5 Esta es la relación de los programas musicales de la televisión cubana que son dirigidos por hombres: Julio César Leal (23 y M); Julio Pulido (La Descarga); José M. Mena (Palmas y Cañas); José Ramón Artigas (De la Gran Escena); Roberto Ferguson (Bravo) y (Música maestro); Joel Guilián (Colorama); Guille Vilar (Acapella) y (Música del mundo); Orlando Cruzata (Lucasnómetro); Karel Renzoli (Piso 6); Ángel Calderín (De cualquier parte); Juan Pin Vilar (En el mismo lugar); Julio Fuentes (Lo bueno no pasa); Sebastián Miló (Música y más); Rafael González(Dedicado a…); Alexis Toirac (Espectacular); Frank Lage (Clip punto cu); Mitchel Lobaina (Sur); Alain Finalé (Paréntesis) y Luis Hidalgo (Todo música).