El portal informativo liderado por la periodista mexicana Carmen Aristégui tiene más de 4.7 millones de seguidores en la red social Facebook. De la comunicadora, como personaje público, se han generado automáticamente cuatro perfiles en esa red. En cada uno de ellos, más de 355 mil usuarios han pulsado el botón “Me gusta”.
Alguien podría objetar que son breves estos números en un país como México, donde viven más de cien millones de personas. Pero las y los admiradores de Aristégui triplican hasta la fecha a los del periódico nacional La Jornada (1 millón 582 mil 187) y por mucho sobrepasan a los de El Universal (681 mil 719).
El contraste entre las cifras se hace mayor si sabemos que el diario La Jornada fue fundado en 1984 y El Universal en 1916; mientras el portal Aristégui Noticias apareció en internet hasta 2012.
La larga tradición periodística de ciertos medios de prensa ha significado poco, comparada con el ejercicio de periodismo comprometido sostenido por Aristégui y su equipo de investigadores.
La polémica periodista tiene 51 años. En 2014, la revista Forbes la incluyó entre las cincuenta mujeres más poderosas de México. Aunque es injusto reducir su influencia a una lista basada en la división bipolar de género.
En noviembre pasado, el grupo de investigadores que ella lidera denunció que una casa, valorada en siete millones de dólares, estaba en manos del presidente Enrique Peña Nieto y de la primera dama Angélica Rivero.
La investigación señaló, además, las relaciones económicas sostenidas entre el mandatario y el Grupo Higa, constructor del inmueble, que había sido seleccionado como una de las empresas ganadoras en la licitación de un tren rápido México-Querétaro. Denunciar la posesión del inmueble, bautizado como la “casa blanca” por sus dimensiones, profundizó la crisis de credibilidad del Gabinete presidencial.
La ausencia de una respuesta convincente por parte de Peña Nieto sobre la legalidad de la adquisición atizó la inconformidad del pueblo mexicano ante el accionar de su Gobierno. Una inconformidad que lucía insostenible desde la impune desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero, en septiembre de 2014.
Las posturas radicales ante hechos de corrupción política, violencia y restricción de la libertad de prensa, se han convertido en sello de la labor de Aristégui.
Entre mayo y abril de 2014 escandalizó al mundo con las pruebas de que el presidente del Partido Revolucionario Institucional en la capital (PRI-DF), Cuauthémoc Gutiérrez de la Torre, había creado una red de reclutamiento de mujeres con el fin de prostituirlas.
A raíz del aluvión de acusaciones promovidas por Aristégui y de la tensión social en ascenso ante la aparición de estas denuncias, la primera dama Angélica Rivero intervino en la televisión mexicana para intentar avalar la legalidad de la “casa blanca”. La cual, sin embargo, puso de inmediato en venta.
Gracias a la gestión de la periodista, también aparecieron, por primera vez, varias mujeres dispuestas a atestiguar, ante la justicia, como víctimas sexuales del PRI-DF. Estas pruebas, presentadas en febrero de 2015 en el programa radio televisivo de Aristégui en Noticias MVS, impidieron a Gutiérrez continuar negando sus implicaciones en el caso, y conminaron, por fin, al PRI a suspender al político —aunque temporalmente—.
¿Y Carmen Aristégui cuántas nuevas ofertas de trabajo recibió? ¿Cuántos premios de periodismo o derechos humanos les fueron otorgados por sus denuncias de corrupción y trata de personas?
1 Dainerys Machado Vento, Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana, actualmente estudia la Maestría en Literatura Hispanoamericana en el Colegio de San Luis, A.C, San Luis Potosí, México. Es una de las compiladoras de Las palabras de El Escriba. Artículos publicados en Revolución y Lunes de Revolución (1959-1961) por Virgilio Piñera.
Menos de cuatro meses después del escándalo de la “casa blanca”, y mientras completaban una investigación sobre una masacre acontecida en Apatzingán, en el estado de Michoacán, tanto la periodista como su equipo fueron expulsados de Noticias MVS, canal abierto de radio y televisión, donde mantenía la emisión matutina informativa con más audiencia en todo México.
Las acusaciones
Madre de un hijo adolescente, ex esposa de un político mexicano, centro y origen de más de un escándalo nacional, Aristégui se muestra en los medios de comunicación masiva como una profesional con sorprendente capacidad de análisis, dispuesta a asumir grandes riesgos a favor de lo que ella considera honrado ejercicio periodístico.
Es temeraria, hipercrítica y apasionada en su trabajo. Se nota en su timbre de voz autoritario y grave. Contrario a la imagen femenina más arraigada en México, lleva cabello corto, cejas gruesas y escaso maquillaje.
Todo esto ha favorecido quizás que entre los ataques más persistentes que ha tenido que afrontar se encuentre el de una “supuesta orientación sexual” lesbiana.
El machismo mexicano es uno de los estereotipos más conocidos de esta población, postura androcéntrica y patriarcal que, según el Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, “hemos heredado de indios y españoles”.
Podríamos decir que su peor reflejo son las altas cifras de feminicidio en las zonas de más violencia del narcotráfico, donde, en lugares como Ciudad Juárez, llegan a asesinar a una mujer cada 20 horas, según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF).
A pesar de estas condiciones extremas, centenares de intelectuales y artistas tildan de radicales a sus pares feministas.
En 1959, Octavio Paz escribió El laberinto de la soledad (FCE, México), reconocido como uno de los retratos literarios más fieles de su pueblo. En su ensayo afirmaba que “la virtud que más estimamos en las mujeres es el recato, como en los hombres la reserva. (…) Como casi todos los pueblos, los mexicanos consideran a la mujer como un instrumento”. Ante su literatura han existido más críticas que ante posturas como éstas.
A pesar del ímpetu de la modernidad, de la cercanía de Estados Unidos y su influencia (e injerencia), gran parte del pueblo de México disfruta la conservación de tradiciones milenarias en su cultura. El machismo es una de ellas.
Carmen Aristégui es, en la actualidad, líder de opinión indiscutible de su país. Algunos incluso la han convidado a hacer vida política, a lo que ella ha antepuesto su interés por ejercer el periodismo.
Por ello tiene que pagar doble precio: el precio de ser líder de opinión donde el gobierno y los grupos de poder económico ejercen influencias decisivas sobre los medios de comunicación, y el precio de ser mujer donde la imagen ideal femenina sigue asociada al espacio privado.
A principios de 2013, Aristégui declaró, en una de las emisiones matutinas de su programa, que se estaba utilizando “el tema de la sexualidad como una herramienta para denostar, para descalificar, para estigmatizar en un discurso de odio y de utilización infame de una herramienta valiosísima”.
Entonces puso como ejemplo “un presunto lesbianismo que se me imputa” y aclaró al respecto que “no soy lesbiana y respeto profundamente a quienes sí lo son”. Para Aristégui, la “acusación” que se levantaba en contra de ella en redes sociales y cuentas falsas de Twitter empleaba “esa vía que culturalmente no hemos resuelto y que con el tema de la sexualidad pues puede crear percepciones, crear ideas, crear imágenes públicas, mejor dicho distorsionar imágenes públicas”.
Sus aclaraciones se sucedían tres años después de que México aprobara el matrimonio homosexual en el Distrito Federal. Por ello Aristégui enfatizaba que lo errado era que la sociedad reconociera aún ciertas tendencias sexuales como ofensas.
Para su cumpleaños 50, en enero de 2014, otra vez medios locales anunciaron que por fin había reconocido su homosexualidad. Los abanderados de la noticia fueron precisamente periódicos de Ciudad de Juárez, aquella señalada por el OCNF como la de más feminicidios.
Dos factores resultan sumamente interesantes ante este intento de descrédito que viene enfrentando la periodista desde hace años.
Primero, que a pesar de su sentido de la justicia, una figura como Carmen Aristégui sienta la necesidad de aclarar públicamente su vida sexual, cuando ésta, en ningún caso, debería mediar la recepción de su trabajo.
Segundo, que el control silencioso que sobre los medios de comunicación ejercen los grupos de poder en México, ocultos tras una aparente reforma de libertad de prensa, diluye la posibilidad de encontrar un culpable tras los innumerables ataques sufridos por una figura como la periodista.
Como sintomático de este fenómeno, ella se convierte en noticia cada cierto tiempo, cuando debería estarse visibilizando en realidad el resultado de sus investigaciones. O sea, se desplaza el foco de atención mediática de su
trabajo a su figura. Sus colegas masculinos en El Universal, como Ricardo Alemán, comienzan a atacarla, mientras sus colegas mujeres en Proceso y otros medios alternativos, ripostan esos ataques con argumentos periodísticos.
Parece un juego de pares que, hasta ahora, siempre le ha otorgado mayores niveles de visibilidad. Pero en una balanza que en el presente, con la expulsión de MVS, está demasiado inclinada hacia la pérdida de influencias de su figura.
La apóstata
La cadena Noticias MVS asegura que es irrevocable su decisión de recontratar a Aristégui. Ella sigue haciendo periodismo en su espacio online y en los minutos de entrevista que mantiene hace años en la cadena estadounidense CNN.
Pero esto reduce el impacto de su trabajo en un país donde casi cinco millones de personas mayores de 15 años son analfabetas, y donde menos del 50 por ciento de la población cuenta con conexión a internet, según datos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos y la Asociación Mexicana de Internet, respectivamente.
A nivel social, los movimientos por su reinstauración en el espacio radiotelevisivo han decaído. Pasan semanas, meses, y su voz estuvo fuera del espectro radial cuando se celebraron las elecciones intermedias en México, este 7 de junio de 2015. Su ausencia fue una ganancia neta para los espacios de poder a los que incomoda.
Esta parece ser la historia de apostasía que vivirá Aristégui. El 4 de enero de 2008, medios de prensa mexicanos divulgaron la decisión de W Radio de cancelar un contrato con ella por “incompatibilidad editorial”. Fue el fin del noticiero matutino Hoy por hoy, que mantenía desde 2003 en la estación, copropiedad de Televisa y el Grupo Editorial Prisa.
Una nota de esa fecha, publicada en el diario La Jornada, lamentó la recesión de un espacio donde “se ventilaron con amplitud las dudas en torno a los resultados de las elecciones de 2006 (…), las denuncias de encubrimiento del cardenal Norberto Rivera a curas pederastas; el caso del presunto pederasta Succar Kuri y la periodista Lydia Cacho”, entre otros.
Un año después del absurdo despido, Aristégui comenzó su noticiario matutino en Noticias MVS. La tónica crítica del espacio fue la misma. Esto le valió ser despedida el 7 de febrero de 2011, por aludir a un supuesto alcoholismo del entonces presidente Felipe Calderón.
Diversas fuentes aseguran que la presión ejercida por la opinión pública nacional fue decisiva para que el programa regresara al aire un mes después. MVS repite ahora el circo, mas esta vez organizado con carácter escalonado para otorgarle un toque de irreversibilidad.
En marzo de 2015, imbuida en todas las denuncias sobre las irregularidades en la construcción “casa blanca” y la red de prostitución del PRI-DF, Aristégui anunció el nacimiento de la plataforma de denuncia ciudadana Méxicoleaks. Junto a otros periodistas y medios de prensa privados se sumó al espacio para promover la lucha contra la corrupción.
Usó el logotipo de Aristégui Noticias, que llevaba el sello de MVS. Dos días después, el 12 de marzo, la cadena nacional anunció el despido de dos de sus colaboradores, alegando “pérdida de confianza”.
La periodista comenzó a hacer presión pública para que ambos fueran recontratados. Pero una semana después ella misma fue despedida, y su contrato cancelado.
El comunicado de Noticias MVS aseguró que “como empresa, no podemos aceptar condicionamientos o ultimátums, de nuestros colaboradores. No podemos permitir que nadie pretenda privilegios en menoscabo de sus compañeros. (…) No te confundas Carmen, lo grave, muy grave que nos está pasando es que una vez más, no puedes aceptar que te equivocaste.”
El manejo informal en la construcción de la totalidad de este comunicado, bien valdría en el futuro un análisis sobre el tratamiento a la figura de Aristégui más como mujer que como periodista.
Lo cierto es que cuando se supone que todos quieren en su espacio radiofónico a una de las figuras más poderosas y escuchadas de México, ella permanece sin trabajo. Su apelación se enreda cada vez más en la corte de justicia mexicana.
El 6 de febrero pasado, la Universidad Autónoma de Querétaro la honró con un Doctorado Honoris Causa. En su discurso de agradecimiento, Aristégui aseguró que la labor periodística en su país sigue siendo de alto riesgo.