Violencia y deporte: Competitividad, ¿patente de corso?

Por Dixie Edith / dixie@enet.cu / Foto: Randy Rodríguz Pagés

Bates o pelotas lanzados contra el jugador contrario, discusiones entre árbitros y deportistas que terminan en riñas tumultuarias, golpes y ofensas son hechos cada vez más cotidianos en los espectáculos deportivos en Cuba, aseguran especialistas y observadores.
Aunque en la isla se reportan escenas de ese tipo desde los orígenes de las diversas competiciones, «hoy vivimos una de las etapas más violentas en la historia del deporte cubano», asegura el doctor Félix Julio Alfonso, historiador y profesor de la Universidad de La Habana, quien se ha dedicado a investigar sobre el tema.
Los hechos dan la razón a Alfonso. Así, la muy reciente reacción violenta del pelotero Carlos Tabares, la pasada semana, durante el último juego de la subserie entre el capitalino equipo Industriales y el de la central provincia de Cienfuegos, en el play off de la actual serie beisbolera, no es solo un hecho aislado. Tabares, uno de los bateadores de mayor puntería del equipo capitalino, tiró la pelota con manifiesta violencia contra el césped, tras recibir un pelotazo no intencional por parte del pitcher cienfueguero, en uno de sus lanzamientos. La actitud desconcertó al resto de los jugadores y los comentaristas del partido. Pero le anteceden casos más lamentables.
Aún se recuerda la pelea ocurrida en 2006, en el Estadio Latinoamericano, durante un juego entre el propio equipo de Industriales y el de la oriental Santiago de Cuba, que terminó con el público volcado al terreno en medio de puñetazos.
Unos meses antes, otra «bronca» (discusión acalorada) entre jugadores de Matanzas (unos 200 kilómetros al este de La Habana) y capitalinos, en la Liga Superior de Baloncesto, incluyó a varios aficionados y motivó la suspensión de dos jugadores. Esta vez el escenario fue la Sala Polivalente «Ramón Fonst», en La Habana.
Cifras recopiladas por investigadores cubanos, integrantes de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), confirman que la situación es crítica. Solo en el béisbol, hasta el inicio de la actual serie nacional, la número 51, el pasado noviembre, se reportaban 50 deportistas y 26 directivos expulsados del juego.
Julio César González Pagés, investigador y coordinador general de la RIAM, estima que en lo que va de la actual serie esos números han sido sobrepasados y pueden estar en el orden de los 51 jugadores y 31 técnicos.
En otro escenario que pudiera parecer más benigno, los juegos universitarios Caribe que cada año se celebran en la Universidad de La Habana, las agresiones también han ido en ascenso.
«Violencia estábamos acostumbrados a ver, pero este año fue peor», aseguró Alexis Carmona, estudiante de Licenciatura en Historia, futbolista y también integrante de la RIAM, durante la Segunda Jornada Cubana de Estudios de las Masculinidades, celebrada el pasado 18 de abril en La Habana. «El terreno se ha vuelto como un verdadero coliseo romano», afirmó.

Herencia cultural
Salvo excepciones, la mayoría de quienes se involucran en las prácticas violentas son hombres. «¿Por qué?», se preguntó en un pequeño audiovisual sobre el tema Enmanuel George López, futuro historiador que ha asumido la violencia en los predios deportivos como línea de investigación.
Más allá del deporte, en los orígenes de cualquier tipo de violencia siempre hay una relación de poder, coinciden especialistas. Este tipo de comportamientos se perpetúa desde la cultura y forma parte del proceso de construcción de lo que es ser hombre en nuestras sociedades, marcadas por una fuerte tradición machista, agregan.
De la mano de las herencias y los aprendizajes transmitidos por la familia y el contexto social, el maltrato llega a convertirse «en requisito indispensable para competir, para ser fuertes y activos, para detentar un poder», aseveran González Pagés y Daniel Alejandro Fernández González, profesor del Departamento de Estudios Cubanos del Instituto Superior de Arte, en el artículo «Masculinidad y violencia: aproximaciones desde el universo del deporte».
Para Ernesto Pérez Zambrano, también estudioso del tema de las masculinidades e integrante de la RIAM, los factores que provocan o condicionan la violencia dentro del deporte son múltiples y pueden entenderse de distinta manera, según el contexto y la coyuntura.
«Pero es determinante la exacerbación de la competitividad por motivos que van más allá del deporte mismo, como la conducta agresiva de algunos hombres educados para dominar a otros, los regionalismos, las etnias, el género y la exigencia social sobre algunos deportistas», explicó a SEMlac.
«Muchas veces confundimos los deseos, el empeño y las ganas de vencer con el uso de la violencia. Creemos que entre las posibles llaves para el triunfo están las de agredir e infligir temor con acciones nada justificadas», agregó George López, quien también forma parte de la RIAM.

Asunto de muchas caras
El profesor José Fernández, docente de Sociología del Deporte en la Universidad de las Ciencias del Deporte, coincide con George en que el espíritu competitivo que acompaña al deporte no puede ser patente de corso para la violencia.
«Hay que diferenciar violencia de competitividad. La violencia es la anulación del otro; el no reconocer a la persona frente a mí», explicó durante los ya citados debates de la Segunda Jornada de Estudios sobre Masculinidades.
Sin embargo, Leonel Duarte, estudiante de la carrera de Lenguas Extranjeras en la Universidad de la Habana e integrante de la selección nacional de Futbol de Cuba, ha detallado que, lamentablemente, la agresividad en el deporte se enseña desde las categorías infantiles.
«El entrenador te inculca que hay que ganar. Eso es lo más importante; no importa a qué costo. La mayoría de los entrenadores enseñan a agredir», comentó el atleta que este año se incorporó a la campaña por la No Violencia que desarrolla la RIAM.
Para el doctor Alfonso, la permisividad con que muchas veces se enfrentan estas manifestaciones de violencia no ayuda a prevenirlas y erradicarlas.
«En la década del veinte del pasado siglo un jugador mató de un batazo a otro durante un partido de béisbol. El agresor fue juzgado con la pena máxima», contó durante el encuentro.
«¿Por qué actualmente los deportistas que cometen actos de agresión o escándalo público no pueden ser juzgados por autoridades, si esos hechos constituyen delitos?», se preguntó.
Pérez Zambrano, por su parte, vuelve la vista a otros actores del entramado social. «Los medios de comunicación tienen parte de responsabilidad, sobre todo por la manera en que refuerzan ciertos rasgos del carácter patriarcal y agresivo de la competencia deportiva», comentó a SEMlac.
«La poca o nula utilización de esos mismos medios para el trabajo de prevención de la violencia, durante los eventos deportivos, deja margen a las actitudes agresivas de aficionados, fanáticos y deportistas», agregó.
Por otra parte, Duarte defiende la urgencia de dejar en claro a los jugadores, pero también a cualquier persona que tenga que ver con los espacios deportivos, que el deporte es una competencia, «pero no para batirse a muerte», dice. «Nada justifica agredir al compañero, al contrario», recalcó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 × 4 =