Una amenaza cercana

Por Dixie Edith

La imagen de un violador desconocido y amenazante no es compatible con los victimarios más comunes en casos de abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes, según resultados de investigaciones realizadas en Cuba.

El profesor Jorge Peláez Mendoza, máster en Ciencias y Especialista de II Grado en Obstetricia y Ginecología, aseguró a SEMlac que, si algo se aprende al entrar en contacto con casos de abuso sexual contra personas menores de edad es que, generalmente, «son crónicos y la mayoría de los abusadores suelen ser conocidos o familiares de las víctimas».

 

Para la psicóloga Ana María Cano López, máster en Sexualidad y especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), el abuso sexual infantil es «la forma de maltrato que involucra a niños, niñas o adolescentes en actividades sexuales de cualquier tipo».

La literatura científica sobre el tema precisa que puede incluir o no contacto físico, penetración o violencia, emplear la fuerza o cualquier forma de coerción, o aprovecharse de las condiciones de edad, indefensión, desigualdad y poder.

El doctor Peláez, también presidente del Grupo de Trabajo Nacional de Ginecología Infanto-Juvenil, del Ministerio de Salud Pública de la isla, coincide con esa definición y agrega que esas actividades sexuales no son verdaderamente comprendidas por niñas, niños y adolescentes, lo que implica que éstos son incapaces de consentir responsablemente en su realización.

A partir de su labor en una consulta de ginecología infanto-juvenil, en el policlínico Luis Pasteur, del capitalino municipio de 10 de Octubre, este especialista y la doctora Virginia Juncal Hernández decidieron sistematizar experiencias.

Entre 6.440 niñas y adolescentes atendidas durante una década, Peláez y Juncal integraron una muestra de 32 casos con diagnóstico de abuso sexual. De ellos, ocho correspondieron a niñas menores de 10 años y los 24 restantes fueron adolescentes entre 11 y 19 años.

En la totalidad de las niñas estudiadas y en el 50 por ciento de las adolescentes, los especialistas confirmaron la presencia de abuso sexual crónico, o sea, repetido en más de una oportunidad a lo largo de un período de tiempo.

Solo seis pacientes, entre las mayores de 11 años, refirieron el abuso como motivo de asistencia a la consulta. El resto acudió, fundamentalmente, por síntomas relacionados con infecciones genitales y, en menor medida, a causa de trastornos menstruales.

Los investigadores también confirmaron la reiteración de un familiar o conocido como perpetrador del abuso y un muy bajo nivel de denuncia.

Antecedentes

Un estudio retrospectivo de 1999, con 209 casos juzgados y comprobados como de abuso sexual a menores en el Tribunal Provincial de la capital cubana, había anticipado resultados similares.

Esa investigación reveló que 77,9 por ciento de las víctimas fueron niñas, con una edad promedio entre siete y ocho años.

En la mayoría de aquellos sucesos existía una relación previa y de diverso grado entre la víctima y el acusado. La mayor parte de los abusadores sexuales resultaron ser vecinos (36, 6 %), familiares (21 %), conocidos (14,8 %) y otras personas afines (9,6  %).

En total, los abusadores con algún grado de cercanía o parentesco sumaron 82 por ciento, mientras los desconocidos constituyeron apenas 18,2 por ciento, refirió aquella investigación del doctor Ernesto Pérez, psiquiatra, y especialista del Instituto de Medicina Legal de La Habana.

La psicóloga Ileana Rondón y la doctora Gliceria Lleó, también del Instituto de Medicina Legal,  han reconocido, en más de una oportunidad, que los casos que se conocen de abuso sexual hacia personas de cualquier sexo en el país representan la punta de un iceberg que tiene su base en cifras ocultas.

Hay un gran número de casos no denunciados, ha señalado  Rondón a la prensa: «Las personas no están conscientes de haber sufrido maltrato sexual o tienen prejuicios para la denuncia, porque no existe ningún adjetivo que sea positivo al lado de las víctimas, a quienes siempre se les asocia con lo rechazado, lo penoso», comentó en una oportunidad, durante una entrevista concedida a SEMlac.

Impactos

En su investigación, Peláez y Juncal concluyeron que el abuso sexual es poco conocido e investigado en nuestro medio y resulta importante promover su diagnóstico, pues es causa de severos daños a la salud mental y reproductiva de niñas y adolescentes.     

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en América Latina solo uno de cada tres casos de abuso sexual es denunciado, y el 80 por ciento de dichas denuncias corresponde a niñas y adolescentes.

«Existe un estimado razonable que considera que el 20 por ciento de las niñas y el nueve por ciento de los varones están involucrados de una manera u otra con actividades sexuales inapropiadas para su edad, por estimulación de una persona mayor de edad», refiere el profesor Héctor Machado Rodríguez, Especialista de II Grado en Obstetricia y Ginecología.

El texto corresponde al capítulo Maltrato y abuso sexual a niños y adolescentes, publicado por el doctor Peláez en su libro Ginecología pediátrica y de la adolescente. Temas para el médico de la familia.

Para Machado, son factores de riesgo frente al abuso sexual, tener entre ocho y 12 años y ser de sexo femenino, aunque aclara que los varones muchas veces «son menos propensos a reportar el abuso».

En ese sentido, Peláez reflexionó con SEMlac que la menor proporción reportada de niños abusados sexualmente podría obedecer a que estos casos son menos reconocidos y tratados, y no precisamente a que sean menos frecuentes.

«El estigma de género puede estar detrás de esa situación y no solo en el caso de Cuba», precisó.

Peláez también llamó la atención sobre otro tema que suele aparecer en casi todos los estudios sobre violencia, no solo infantil: quien abusa o agrede, generalmente fue violentado o maltratado en el pasado, constituyéndose lo que los especialistas han denominado «el ciclo de la violencia».

En ese camino, investigaciones coinciden en que el abuso sexual infantil puede ser una experiencia muy traumática, que ocasiona pérdida de la autoestima, miedo, problemas de sueño y bajo rendimiento escolar, entre otras consecuencias.

También puede llevar al consumo de alcohol o drogas e, incluso, a la aparición de conductas delictivas en el futuro.

En coincidencia con la mayoría de los especialistas en el tema, el doctor Peláez recomienda a madres, padres o tutores de las y los menores involucrados en casos de abuso, que busquen ayuda especializada y, si deciden no denunciar el hecho ante las autoridades, al menos intenten interrumpir el vínculo de la víctima con el abusador.

Enero de 2009

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