Accidentes, epidemia silenciosa

Presentes entre las primeras cinco causas de muerte en Cuba desde hace más de tres décadas, los accidentes, sobre todo de tránsito, siguen acaparando titulares de prensa, pero especialistas llaman a mirar con lupa las interioridades de un asunto que impacta de maneras diferentes a las personas, según su edad y sexo.
Al cierre de 2015 se produjeron en la isla 5.421 defunciones por accidentes de todo tipo y se estima que esta causa de muerte es responsable de que haya 5,3 años de vida potencialmente perdidos por cada 1.000 habitantes, según datos del Anuario Estadístico de Salud de Cuba correspondiente a 2015, publicado este año por el Ministerio de Salud Pública (Minsap).


El mayor impacto sigue siendo para los hombres. La tasa de mortalidad por esta razón para la población masculina es de 50,5 fallecimientos por cada 100.000 cubanos, frente a 46,1 en el caso de las mujeres.
Sin embargo, las diferencias se van acortando. Si en 2006 los datos del Minsap registraban 1,5 hombres fallecidos por cada mujer, en 2015 esa proporción se redujo a 1,1.
Hay diferencias también en cuanto al comportamiento por grupos de edades: hasta los 25 años, los accidentes oscilan entre la primera y la segunda causa de muerte, un comportamiento similar al del resto del planeta.
Esto no es casual. Entre las personas más jóvenes se registra una tendencia a «adoptar comportamientos de riesgo» y a actuar bajo presión del grupo de amistades, confirma el «Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial», publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2015.
Sin embargo, es la diferencia entre el impacto de los accidentes en hombres y mujeres la que demanda análisis más detallados, pues revela claras inequidades de género, según han alertado desde hace más de una década expertas como las doctoras y especialistas en temas de género y salud Leticia Artiles Visbal e Ileana Castañeda Abascal.
«La salud de mujeres y hombres es diferente y desigual. Diferente porque hay factores biológicos (genéticos, hereditarios, fisiológicos) que se manifiestan de forma distinta entre los sexos y muchas veces se mantienen invisibles para los patrones androcéntricos de las ciencias de la salud», precisa Castañeda Abascal en su artículo «Diferencias relacionadas con la salud de mujeres y hombres adultos mayores».
A juicio de esta experta, las inequidades se producen a partir de dos fuentes: la desigualdad de derechos y la de oportunidades, pero también por los roles que mujeres y hombres desempeñan en la vida pública y la doméstica.
Por ello, «la forma de vivir y, por tanto, las oportunidades de ser saludables, son diferentes para cada sexo», precisa en el texto publicado en 2013 en la Revista Cubana de Medicina General Integral.
Así, mientras ellos mueren más por accidentes de tránsito, ahogamiento y sumersión; ellas lo hacen por obra y gracia de caídas y exposición al humo, el fuego y las llamas.
Y si la OMS ha catalogado a los accidentes de tránsito como una «epidemia oculta» o silenciosa, ¿qué decir de esos otros que ocurren puertas adentro del hogar?
«Los riesgos físico-mentales que las tareas domésticas provocan usualmente se tornan irrelevantes, debido a la invisibilidad física y social de este trabajo y por el desconocimiento que existe acerca de la repercusión del mismo en la salud humana», asevera la socióloga Magela Romero Almodóvar en su artículo «La repercusión del trabajo doméstico en la salud femenina».
«El tiempo invertido frente a cocinas y hornos, con sus humos y calores, puede acarrear enfermedades respiratorias y alérgicas como bronquitis y asma», advierte Romero Almodóvar, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de la Habana.
Pero también «la adopción sistemática de determinadas posturas inadecuadas para la realización de las actividades domésticas incide en el origen y desarrollo de afecciones osteomusculares como: artrosis, osteoporosis, contracturas y dolores musculares frecuentemente vistas en las mujeres», agrega la socióloga.
Artiles Visbal, por su parte, ha alertado sistemáticamente del riesgo de malnutrición y desnutrición que sufren las mujeres en su afán de privilegiar en asuntos de alimentación a hijos, hijas, esposos, padres, madres y otros familiares, un comportamiento que tiene mucho que ver con los mandatos patriarcales.
Para Romero Almodóvar, urge «profundizar en las consecuencias de estas labores para la salud femenina, en función de elaborar propuestas que contribuyan a una redistribución social más justa y eficiente de las tareas del hogar, y conseguir el logro de una mayor igualdad entre géneros en el ámbito de la salud».

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