Lo había visto pasear en bicicleta por su barrio de Luyanó, en La Habana, y aunque no sabía su nombre, Celia Rodríguez no tuvo reparos en seguir la mirada insistente del muchacho y, mientras bailaban en la discoteca, compartir besos, roces y caricias.

«La descarga», término con el que se denomina entre algunos grupos juveniles de la isla a las relaciones ocasionales en las que, por lo general, no existe vínculo previo con la otra persona, es para la joven de 17 años una parte de la diversión cuando sale a los clubes y fiestas.
«Son relaciones sin compromiso, para disfrutar, pero no siempre se llega a tener sexo. Eso solo si te gusta mucho», puntualiza la estudiante de preuniversitario.

Relaciones abiertas, sexo ocasional y en grupo, contactos eróticos entre personas desconocidas, intercambio de parejas, entre otras modalidades para experimentar una sexualidad desprovista de tradicionales prejuicios, no resultan ajenas a la juventud cubana.
Si bien no conviene hablar de prácticas generalizadas en todos los grupos de adolescentes y jóvenes del país, especialistas afirman que en la actualidad es posible vivir una sexualidad un tanto más abierta hacia conductas no canónicas para experimentar el placer, ya sea entre hombres y mujeres o entre personas del mismo sexo.
«La juventud de hoy no es la misma de hace 20 años y hay que estudiarla con patrones de su propio tiempo, sin censurarla, porque la búsqueda y la experimentación son características de estas edades», refiere a SEMlac el psicólogo Yasmany Díaz.

Un reportaje investigativo publicado en 2011 por la revista Bohemia, de circulación nacional, constató que tanto la descarga como las parejas abiertas resultan conductas frecuentes entre adolescentes y jóvenes de la isla, sin distinción de género. El sondeo partió de nueve entrevistas grupales con adolescentes y jóvenes entre 15 y 23 años residentes en las provincias de Holguín, Ciego de Ávila y La Habana.
Aunque tanto muchachas como muchachos confesaron haber tomado la iniciativa, no necesariamente ello implica un cambio en la percepción de la sexualidad femenina, según expertos. Aún se les juzga más a ellas si tienen una vida sexual distendida y existe una fuerte presión del grupo sobre los varones, concluyó el estudio periodístico.
Desde finales del siglo pasado algunas indagaciones revelan cierta apertura sexual vinculada, en gran medida, a la emancipación femenina experimentada en Cuba tras el triunfo de la Revolución. Mitos como el de la virginidad o el de las relaciones sexuales dentro del matrimonio son inoperantes hace mucho, confirma, entre otros estudios, el libro Cuba: jóvenes en los 90, del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ).
No obstante, en materia subjetiva aún perviven tabúes que restringen el erotismo femenino y supeditan su disfrute al de la pareja. «Culturalmente, las mujeres han tenido mayor presión que los hombres para cumplir determinados mandatos patriarcales y de eso no estamos totalmente liberadas», explica a SEMlac la sexóloga Beatriz Torres.
De acuerdo con la Encuesta sobre indicadores de prevención de infección por el VIH/sida – 2011, publicada a finales del año pasado por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), las relaciones sexuales en Cuba se inician a mitad de la adolescencia.
Si bien entre los 12 y 14 años sólo ocho por ciento de los adolescentes declaró haber tenido relaciones sexuales (12% de los varones y 3,7% de las muchachas), ya entre los 15 y los 16 cerca de la mitad de los varones y el 35,5 por ciento de las muchachas habían tenido prácticas sexuales penetrativas y, por encima de los 20 años, casi la totalidad de las personas dijeron haberse experimentado sexualmente.
Como norma, estas primeras relaciones no ocurren vinculadas a un estado civil o conyugal. Solo el 2,4 por ciento de los hombres y 12,2 por ciento de las mujeres menores de 20 años declararon haber tenido este tipo de vínculo cuando «perdieron la virginidad».
Ellas se inician casi siempre con hombres mayores, lo que ocurrió a más del 83 por ciento de las encuestadas, lo que las coloca en mayor riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual y VIH, si tenemos en cuenta que 34,1 por ciento de las mujeres no utilizó protección en su primera vez.

Nuevos tiempos, ¿más libres?

En criterio de Díaz, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), la diferencia actual no está en las modalidades sexuales que se practican, sino en su mayor difusión a partir de los medios de comunicación, la música, las nuevas tecnologías y las campañas por la liberación sexual.
«Se está viviendo la sexualidad desde un enfoque más liberador y, por tanto, las relaciones de pareja no solo se basan en un vínculo afectivo y estable en el tiempo, sino que se busca aprovechar cada momento para poder tener la mayor cantidad de experiencias eróticas posibles», considera.
Según lo apreciado por el investigador en su contacto con jóvenes de todo el país, en la capital cubana existe mayor flexibilidad para estos comportamientos, pero en el resto de las provincias, sobre todo en espacios no citadinos, aún predominan patrones de género tradicionales.
Beatriz Torres opina, por su parte, que en las nuevas generaciones no existe necesariamente mayor libertad sexual, «sino que están más abiertas a la información y a decir lo que hacen».
«La juventud cubana es muy diversa y, como mismo hay quien practica ‘la descarga’, otras muchachas y muchachos optan por el noviazgo formal», aclara la presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el estudio de la Sexualidad (SOCUMES), quien no cree que, necesariamente, se esté viviendo el fin de la pareja, sino la emergencia de nuevas formas para relacionarse.
La manera en que se entiende la responsabilidad es, a criterio del coordinador de la Red de Jóvenes por la Diversidad del Cenesex, una diferencia entre las generaciones actuales y sus predecesoras.
«Jóvenes y adolescentes que practican relaciones abiertas buscan vivir la sexualidad de una manera liberadora, sin comprometerse», refiere Díaz.
A renglón seguido, advierte la necesidad de tener en cuenta los factores de riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual o VIH/sida, posibles de desencadenarse con este tipo de relaciones, pues se trata de vínculos que se producen de manera fortuita y muchas veces en lugares públicos como parques, escaleras o playas, donde resulta más difícil negociar el uso del condón.
Los resultados de una encuesta de la ONEI, similar a la citada, pero de 2009, arrojaron que la tenencia de relaciones sexuales con parejas ocasionales es mucho más frecuente entre los hombres que entre las mujeres (32,1% vs. 9,8% respectivamente), pero ellos son más proclives a protegerse.
La supuesta apertura erótica tampoco implica per se que se superen prejuicios homofóbicos y por cuestiones de género. «Elementos como la discriminación por orientación sexual, por identidad de género o la violencia contra las mujeres, se transmiten desde la familia y la sociedad patriarcal», confirma Díaz.
No obstante, una investigación realizada en la central provincia de Cienfuegos por el master en Ciencias Alain Darcout Rodríguez, con el objetivo de caracterizar la información, opiniones, valoraciones y prácticas sobre la diversidad sexual en distintos grupos de población de esa provincia, arroja matices.
Darcout Rodríguez concluyó que, aunque en todos los grupos se aprecian estereotipos de género y homofóbicos, entre adolescentes y jóvenes las creencias negativas resultan menos arraigadas a partir de una mayor información y educación en el tema y menor temor a la convivencia.
En las edades más jóvenes, la pesquisa encontró «un discurso más libre, menos estigmatizador del otro, incluso, con mayor conocimiento de esa otra realidad, pero sometido aun a las presiones sociales sobre el tema, fundamentalmente desde los estancos de la construcción genérica de las masculinidades y feminidades».
Alcanzar los plenos derechos a vivir una sexualidad placentera y responsable continúa siendo necesidad irresuelta, aun cuando se atisben ciertos avances en hacer visible la diversidad sexual, que no solo implica la orientación erótica, sino que incluye toda la gama de preferencias, comportamientos y actitudes que vivimos como seres sexuados.
«Si no afecta el derecho de una tercera o cuarta persona y parte de un acuerdo mutuo en equidad de oportunidades, cualquier práctica sexual responsable, consciente y disfrutable será positiva», sostiene el psicólogo del Cenesex.
Una educación sexual para el disfrute y la afectividad, y no solo asociada al riesgo, el embarazo precoz o las ITS, sería entonces una estrategia para lograr que las y los jóvenes alcancen una vida sexual verdaderamente placentera, destaca por su parte Beatriz Torres.

 

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