Dramatizados llevan a la pantalla chica conflictos de la vida cotidiana

La telenovela Latidos compartidos y la serie De amores y esperanzas, producciones transmitidas por la televisión nacional, se acercan a problemáticas actuales de la sociedad cubana que hablan de la homofobia, el racismo y la discriminación patriarcal en Cuba.

Latidos compartidos ofrece una mirada contemporánea a temas como las creencias religiosas y las relaciones intrafamiliares, la aceptación de la homosexualidad, la prostitución y la relación interracial entre un hombre negro y una mujer blanca de edad mediana.

Dirigda por Consuelo Ramírez y Felo Ruiz, con guión de Amilcar Salatti, Gabriela Reboredo Iglesias y Yunior García Aguilera, la trama se ubica en el entorno que comparten dos restaurantes privados —“paladares”, como popularmente se conocen en la isla—, cuyas propietarias son mujeres.

Uno de los conflictos de la trama lo protagonizan Rogelio y Fabián, chef de cocina en los respectivos establecimientos y pareja gay. Estos personajes representan valores como la amistad, la dedicación al trabajo y la honestidad.

El conflicto no radica en la relación o asunción de la identidad homosexual de ninguno de los personajes, el drama se centra en la aceptación de la pareja por parte de Macario, padre de Rogelio.

“Esta decisión de presentar a los jóvenes en una actitud ética, que se enfrentan al sufrimiento ocasionado por Macario, hará que cuando este reconozca (así lo espero) que debe no tolerar sino aceptar a su hijo, los televidentes —al no ser algún retrógrado— aplaudirán ese reencuentro humano”, destaca la crítica de televisión Paquita de Armas en su comentario “Latidos compartidos: un acercamiento bien hecho a problemas actuales de Cuba”.

Por su parte, De amores y esperanzas constituye, a criterio de la especialista, la primera serie hecha en Cuba de acuerdo a su formato de “capítulos largos y finales abiertos, que dan pie a otra historia, nacida de la anterior”.

Los personajes principales de la propuesta televisiva son mujeres y muchas de las historias que aparecen en cada emisión también son protagonizadas por adolescentes, ancianas, cuidadoras, mujeres que viven con una discapacidad, entre otras.

A partir de los casos que llegan a un bufete de abogados que brinda servicios jurídicos a la población, se entretejen las historias del colectivo de juristas y sus clientes.

Raquel González presenta sus cartas credenciales como realizadora en esta serie. Afirma que su experiencia como actriz de radio y televisión, en la dirección de reparto y doblaje le ha ayudado mucho en la dirección de actores y el trabajo con el equipo técnico.

“Todo empezó a raíz de mi divorcio. Tuve que ir muchas veces al bufete y fui conociendo varios casos, relatos que quería poner en un audiovisual”, comenta González a SEMlac.

La solidaridad entre mujeres y la infidelidad, los problemas de la vida diaria de profesionales y trabajadoras cubanas, el divorcio y el ejercicio de la paternidad, el cuidado de personas ancianas, los problemas de vivienda y el alcoholismo en jóvenes son algunos de los conflictos de la serie.

“Aunque la televisión debe ser entretenimiento, también es educativa y De amores y esperanzas lo logra sin que se lo proponga explícitamente”, afirma de Armas en su artículo “De amores y esperanzas: ¡que llegue rápido la segunda temporada!”

Para ello, González contó con la asesoría de profesionales del Derecho y reconoce que la investigación siempre ha sido su mejor aliada.

“Yo escribo con el Código de Familia y el Código Civil abiertos. Para mí, es fundamental la investigación, mucho más cuando represento en pantalla un tribunal en Cuba”, comenta.

De amores y esperanzas ha llegado al final de su primera temporada luego de 13 capítulos. González ya se encuentra escribiendo y preparando la segunda entrega, en la cual pretende acercarse a problemáticas de género como la violencia machista.

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